Entre fierros y bolsas de cemento encontramos al señor Leonardo, un peruano que piensa en grande y que, gracias a su arduo trabajo, sus sueños ahora son palpables.
Empezó en el rubro ferretero cuando tenía 20 años. En ese entonces, las dudas y los miedos abundaban, pero lo que puede entenderse como un limitante, el padre de familia lo utilizó como combustible para no rendirse.
Invirtió en veinte bolsas de cemento y otros materiales, que guardó en un local de treinta metros cuadrados en el Callao. Hoy, con su negocio en Pachacámac, mira atrás y reflexiona: “Ni siquiera yo puedo creer todo lo que he podido avanzar”.
Su madre vendía verduras en el mercado y su padre era albañil. Nadie lo instruyó para emprender, pero admite que siempre admiró a los grandes ferreteros. Y ahora él es uno de ellos.
“Gracias a Dios, con esto puedo solventar mis gastos, incluso darles mejor educación a mis hijos”, señala con orgullo.
Don Leonardo comenzó con un carro pequeño y ahora ha sumado unos más a su flota. Considera que el secreto del éxito está en la puntualidad y calidad de sus productos. “No trabajamos con fierros baratos ni de mala calidad. También vendemos el peso exacto y completo en cada bolsa de cemento, no las adulteramos”, explica.
Revela que en estos 25 años ha tenido tropiezos e inconvenientes.
“Recuerdo que, una vez, compré una mercadería y, cuando fui a recogerla, ya no estaba ahí”, relata.
Pese a las dificultades, supo levantarse y salir adelante por los suyos, y porque detrás de él también hay un número de trabajadores que deben velar por sus respectivas familias.
“Vengan, acá encontrarán variedad de productos y una buena atención”, asegura don Leonardo, con el mismo entusiasmo con el que emprendió este sueño.
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