Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un ají de gallina con arrocito blanco bien graneado, aceitunas negras, huevito duro, lechuga y, para tomar, una manzanilla calientita.
“María, es penoso que un congresista de la República, como Carlos Bruce, haya dicho que al presidente Vizcarra lo invitaron a formar parte de la plancha presidencial de Peruanos por el Kambio porque en esta había ‘demasiados blancos y necesitaban un provinciano’. Por supuesto, sus palabras han hecho que le lluevan críticas. Ante estas, ‘Techito’ salió a pedir disculpas por ‘el lapsus’, pues afirmó que lo que realmente quiso decir no era ‘blancos’, sino ‘limeños’. Luego terminó por hundirse más, al señalar que ‘si alguien me quiere acusar de racista, tendrían que ser los blancos como yo’, ya que el defecto que él había señalado en la plancha presidencial es que ‘había mucha gente blanquita de Lima’.
El parlamentario parece no darse cuenta de que está haciendo diferencias entre personas, asignándoles distinto valor por su raza y origen. El racismo de Bruce es el reflejo de nuestra sociedad, donde la mayoría se siente con derecho de discriminar a los demás, por su color de piel, origen, el dinero, su educación o por cualquier otro motivo. Las declaraciones de Bruce sorprenden, además, porque siempre ha reclamado igualdad para las personas de diversa orientación sexual.
El Perú es un crisol de razas, lo que ha enriquecido nuestras letras, la música, la gastronomía, las ciencias y cuanta actividad se nos ocurra. ¿Podemos imaginar a nuestra rica comida sin la presencia del chifa? Este es un término creado en el Perú, en ningún otro país, para nombrar a la cocina traída y adaptada por los inmigrantes chinos. Un arroz chaufa, un wantán frito, un ‘aeropuerto’ no existirían sin la mezcla de lo chino y lo peruano.
Lo mismo pasa con las danzas afroperuanas, fruto de la mezcla de lo andino, lo europeo y lo negro, desde la época virreinal. Por eso y por mucho más, una de la bendiciones del Perú es su amplia diversidad racial y cultural. Pero también es su maldición, en tanto no aprendamos a mirarnos todos los peruanos con respeto, a considerarnos iguales, con los mismos derechos y obligaciones. Mientras nos sigamos despreciando unos a otros, mientras no aprendamos, por ejemplo, que todos nuestros niños merecen los mismos cuidados y oportunidades, todos los años seguiremos siendo testigos de la muerte de pequeños en Puno por frío.
¿Por qué vendemos nuestro gas a otros países cuando deberíamos usarlo para calentar a nuestros pequeños en las gélidas alturas de la sierra? Por culpa de autoridades inconscientes y corruptas, sin duda. Pero también porque vemos a otros como peruanos de segunda, tercera o cuarta categoría”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.