
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pescadito frito encebollado con su papa sancochada y arroz graneado. Para tomar, pidió una jarra de naranjada heladita. “María, ya está en el Perú el expresidente Alejandro Toledo para responder a la justicia por la presunta coima de 35 millones de dólares que le entregó la empresa Odebrecht por el contrato de la construcción de la carretera Interoceánica. Fue el fin de un largo proceso de extradición tras revelarse por boca del mismo Jorge Barata, gerente de esa compañía brasileña, que Toledo les exigió esa cantidad, entregada a través de Joseph Maiman. Ver al exmandatario llegar esposado y derrotado dio vergüenza.
Ahora ya son tres los expresidentes presos en el penal de Barbadillo: Alberto Fujimori, Pedro Castillo y Toledo. Hay otros tres procesados, como son Ollanta Humala, Martín Vizcarra y Pedro Pablo Kuczynski. El colmo. Y eso que no estamos contando a los cientos de alcaldes, gobernadores regionales, ministros y otros funcionarios también entre rejas o enjuiciados por corruptos. Que los jóvenes no se reflejen en estos personajes nefastos y tampoco piensen que el delito los va a hacer ricos, famosos y exitosos.
¿Ya ven cómo acabaron estas personas ‘exitosas’? Lo tenían todo y ahora pasan sus días presos, sin libertad y alejados de sus seres queridos. Los jóvenes deben meterse en la cabeza que lo mejor es trabajar, estudiar, culturizarse y andar derechitos para vivir en paz. Si alguien les propone hacer algo malo, lo mejor es decir No. Lo de Toledo es incomprensible. No era rico, pero vivía muy bien. Era profesor en la Universidad de Stanford, daba conferencias por las que cobraba miles de dólares y tenía algunas propiedades. Además, como expresidente iba a recibir un sueldo alto de por vida. No le hacían falta coimas, pero la ambición desmedida lo perdió.
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