El Chato Matta llegó al restaurante por sus tallarines rojos con presa grande, papita a la huancaína, huevo duro, aceituna, lechuga y su jarrita de limonada con hierba luisa. “María, a veces llego a mi casa tan cansado que no tengo ganas de nada. Ni siquiera contesto el celular ni entro al Facebook. En esas noches me pongo a pensar y pensar. Recordé cuando me separé de la mamá de mis hijos por mi mala cabeza y me sumergí en una vorágine de trago y mujeres junto al gran Pancholón, amo y señor de la noche y la cochinadita. Al principio bacán, me sentía libre, ‘La Posada’ era como mi segundo hogar, pero al final terminaba triste y vacío, como cantaba el gran Héctor Lavoe.
Regresé a la casa de mi viejita en San Juan de Lurigancho. Me dediqué a trabajar para darle todo a mis ‘cachorros’. Pero hace dos semanas me llamaron a mi celular para un servicio especial. Del departamento salió una muchacha alta, con un short que dejaba ver unas piernas esplendorosas y un derriere como el de Jennifer López. Yo estaba escuchando un mix de guarachas de Brunella Torpoco. Volteo y me dice: ‘Chato, soy ¡¡soy Evelyn, la hermana de Patty!!’. ¿Evelyn?... Increíble, cuando estaba de enamorado de su hermana ella tenía doce añitos y la llevábamos al Parque de Las Leyendas. ‘Chato, qué gusto. No he almorzado, te invito a comer un pollito a la brasa, así como antes me paseaban y me llevaban a comer’. Evelyn era ahora toda una mujer. Administradora de dos spas en San Borja y Surco. Con razón estaba tan guapa. Me sorprendió y pidió un pisco sour. Yo tomé juguito porque estaba manejando. La conversación duró más de la cuenta y ella pedía otro y otro coctel.
Me contó que tenía novio, un hombre de negocios en importación. ‘Pero es un atorrante, cree que todo lo compra el dinero’, me dijo. Al final se puso a llorar en mi hombro y de pronto terminamos besándonos. Me dijo para ir a un lugar más privado, pero estaba muy ‘picada’. Le propuse vernos otro día y la dejé nuevamente en su depa.
El fin de semana me invitó a Paracas, pues Juan Carlos, su novio, se fue a Miami por negocios. Fueron tres días intensos. Evelyn era insaciable. Prácticamente me tenía secuestrado en la suite del hotel. María, me acordé de mi hermano Pancholón, que estuvo enfermo de la próstata de tanto trajín y al final no podía ni orinar. Uno ya no es un chibolo ni combatiente de ‘Esto es guerra’. ‘Chato, me haces feliz, cuando te llame tienes que venir a hacerme tuya, a cualquier hora que te necesite’, me ordenaba.
Y así comenzó el acoso, me llamaba todos los días, a cada rato. Se estaba obsesionando. Me hacía recordar a Glenn Close en ‘Atracción fatal’. Una noche me llamaron de la casa de mis ‘cachorros’. Mi hijito estaba con fiebre. Decidí ir de inmediato. Pero ella se puso en la puerta del ‘telo’ con cara de loca. ‘¡¡Tú no vas a ningún lado!!’ y agarró una botella y la rompió. Parecía Glenn Close y yo me alucinaba Michael Douglas. Felizmente llegó la seguridad al escuchar el escándalo. Salí embalado y juré nunca más volver a verla. Era guapa, pero tenía una pelea de gatos en la cabeza y un apetito insaciable que podía dejarme enfermo. Además, me acordé de un consejo de Pancholón: ‘Chato, cuando una mujer se vuelve tóxica déjala en one, eso te pasa por estar solo con una, la pampa es para todos, varía el menú, dame que te doy, la vida es una sola’”. Pucha, ese chato tambien tiene sus historias. Pero no es cochino ni sinvergüenza como Pancholón. Me voy, cuídense.