Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un aguadito de pato con ajicito y limón. Para tomar pidió una jarrita de emoliente tibiecito. “María, en esta época moderna han ido apareciendo enfermedades antes desconocidas como la diabetes, el cáncer, la hipertensión y la bulimia, propias de una vida en la ciudad. Pero una de las que son silenciosas y causan mucho daño es el estrés.
Ese también es un mal urbano, que aparece en gente que agitada, nerviosa, con demasiado trabajo y problemas, como no es en el campo, donde la vida es más tranquila, sosegada y donde la gente no está mirando la hora para irse a trabajar o regresar a casa. A la larga, los que tienen estrés contraen otras enfermedades, como gastritis, cáncer, presión arterial alta, diabetes o afecciones al corazón.
Por eso, uno no debe matarse trabajando o haciendo varias cosas a la vez. Siempre hay que dejar un espacio para el solaz, el deporte o el entretenimiento. Hay que salir más con la familia, ir a bailar, ver cine con los hijos, viajar (si se puede) y reírse, reírse mucho. Cuando llegues a casa desconéctate del trabajo y de las preocupaciones. Solo la muerte no tiene remedio.
Si tienes un problema enfréntalo con valor y decisión y no pienses que de eso depende tu vida. Por supuesto, hay que ser responsable en la vida. Cumplir con nuestros deberes en el trabajo y en la familia. Pero laborar hasta agotarse, hasta que las fuerzas ya no nos dan, es irresponsable. Valoro a esas personas con gran capacidad para el esfuerzo. Creo que son un ejemplo, pero aún ellas necesitan un espacio para el descanso. Es preciso que duermas bien al menos ocho horas al día y de largo. Apaga el celular y la laptop, cierra bien las ventanas y entrégate a un sueño profundo y reparador.
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