La Seño María

El Chato Meláncolico

Separado de la mamá de sus hijos hace años, el Chato Matta 'siente su cama fría', sufrió mucho tiempo y cree que 'la soledad se casó con él'.
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Mi amigo taxista, el Chato Matta, llegó al restaurante por un espectacular chanchito a la caja china bañado en cerveza, estilo Huaral, con papas doradas y ajicito molido. Para bajar la grasita, se tomó una manzanilla calientita. “María, los años no pasan en vano, termino de trabajar y lo único que pide mi cuerpo es cama. En cambio, Pancholón es incansable. Días y noches de amanecidas y ‘boleteadas’ en La Posada, y eso que hace poco estuvo cerca de irse pa’ La Habana.

Con la próstata como una pelota de béisbol, el abogado dice que morirá en su ley: ‘Chato, me dijo, soy como el maestro Héctor Lavoe, el día que me vaya no lloren por mí, porque yo he sido un bandido. Todo tiene su final, nada dura para siempreeeee...’.

Estar solo tiene sus ventajas, pero a veces la nostalgia me invade. Mi cama la siento fría. Tú sabes que estoy separado desde hace años, la mamá de mis hijos me botó de la casa por engañarla con una caderona de mis tiempos cuando trabajaba en el ministerio. Lo peor es que esa mujer nunca significó algo importante en mi vida. Pero mi señora nunca me perdonó la traición. Sufrí mucho tiempo, hasta que la soledad se casó conmigo.

Tengo mis aventuras con las amiguitas de Pancholón, pero nada serio. Hasta recordé a mi primer amor, la chiquita de mi adolescencia. Nunca le di un beso, pero era un sentimiento bonito, puro. Los tiempos han cambiado. Ahora con el Facebook, encuentras a medio mundo y en una se te regalan. Justamente, hace un mes, una de ellas, Giovanna, averiguó un ‘face’ trucho que tengo y se conectó conmigo desde Madrid: ‘Chatito, nadie me daba razón de ti, te has perdido. Pero la loca Elizabeth sigue todos tus movimientos y ella me dio tu ‘face’. Llego a Lima el lunes, recógeme en el aeropuerto. Con mi viejito no pasa nada. Vivo en una bonita casa, pero hago mi vida. Lo peor que le puede pasar a una sudamericana es casarse con un hombre aburrido, así sea rico. Es un enfermo de los celos y cuando se emborracha, me pega porque dice que ando con minifaldas y pantalones ajustados para provocar a los hombres’.

La cosa es que llegó forrada de euros y me dijo: ‘Chato, ¿te acuerdas de nuestro primer campamento en ‘León Dormido’? Nunca lo olvidaré porque fui tuya por primera vez. Ahora te invito a un hotel cinco estrellas. Aquella vez no teníamos ni para pagar ese trago horrible, creo que se llamaba ‘Cien fuegos’, ahora alquilaremos una suite frente al mar’.

La pasé bien. Estaba guapa, enterita y sentía que me apreciaba, pero a mi edad ya no estoy en condiciones de volver a formar un hogar. Es como empezar de nuevo y me aburre. No tengo ganas ni fuerzas. Puedo salir, estar un fin de semana, pero no soportaría vivir con alguien a quien no amo. Además, mis hijos están en una edad difícil, su madre trabaja y deben estar chequeados por su padre, más en estos tiempos de ‘fiestas semáforo’, ‘ballena azul’ y esas juergas electrónicas donde aspiran hasta ‘cocaína rosada’.

Decidí saborear ese rico champán y pasarla de lo mejor. Eso sí, siempre hay que dejar bien a los varones”. Pucha, ese Chato perdió a una buena mujer por mujeriego y por dejarse llevar por el cochino de Pancholón. Me voy, cuídense.

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