El piurano Germán Juárez Atoche es un fiscal discreto, pero efectivo. Los fines de semana almuerza con su familia en un pequeño restaurante del distrito de Magdalena, cuya dueña es su paisana de Catacaos. Suele sentarse al fondo para que no lo reconozcan.
La semana pasada, Juárez saltó a la palestra informativa con justificada razón: logró que el Cuarto Juzgado Colegiado de la Corte Superior Nacional condenara al expresidente Martín Vizcarra a 14 años de prisión efectiva, por recibir coimas de dos empresas constructoras, Obrainsa e ICCGSA, cuando era gobernador de Moquegua.
Desde el año 2019, el magistrado hizo un trabajo silencioso, sin nada de show, contrariamente a lo que hacen sus colegas Rafael Vela y José Domingo Pérez. Logró construir un caso sólido, con abundantes pruebas y testimonios.
Seguir la ruta del dinero era clave para Juárez. La información que entregaron las empresas que pagaron los sobornos fue fundamental para lograr su objetivo.
En efecto, la primera compañía que se acogió a ese beneficio fue Obrainsa, que había pagado S/ 1 millón a Vizcarra, por la construcción del proyecto Lomas de Ilo. Sus representantes guardaban silencio, hasta que su abogado Eduardo Roy Gates los convenció para que contaran la verdad. Pidieron una cita con el fiscal Juárez y le narraron con lujo de detalles la entrega de la coima.
Claro, pero no solo bastaba con sus dichos. Juárez se encargó de corroborarlos uno por uno. Se interrogó a la secretaria de la empresa y a los empleados que vieron llegar a Vizcarra, en dos oportunidades, a las oficinas de Obrainsa, para recibir el dinero en efectivo. La primera vez recibió S/ 400 mil y la segunda S/ 600 mil. Todos los billetes eran de 200 soles.
Se verificó con las cámaras de seguridad del local ambos ingresos. La compañía proporcionó los vouchers de los retiros de dinero de los bancos que se le entregó al entonces gobernador. El chofer que sacó la plata también confirmó la gestión que hizo.
El fiscal, asimismo, pidió los registros de las llamadas telefónicas de Vizcarra y el funcionario de Obrainsa con quien coordinaba el soborno. Allí estaban las comunicaciones que ambos intercambiaron hasta el mismo día y la hora previa a la entrega de la plata.
La investigación fue tan rigurosa que Germán Juárez pidió una pericia técnica para comprobar si era posible que en un sobre de manila podían entrar S/ 400 mil y S/ 600 mil en efectivo. La prueba fue positiva. La suerte de Vizcarra estaba echada.
Después de Obrainsa, la compañía ICCGSA también se acogió a la colaboración eficaz. Se comprobó que entregó a Vizcarra un soborno de 1.3 millones de soles para mejorar el Hospital de Moquegua. Tanto Obrainsa como ICCGSA tuvieron que pagar una fuerte indemnización para aceptar su colaboración.
Las pesquisas prolijas y discretas de Germán Juárez —como deberían ser todas las investigaciones— acabaron con el show de alias ‘El Lagarto’. Nos vemos el otro martes.
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