Rafael Belaunde todavía recuerda la hora exacta. “Salí muy temprano, como un cuarto para las 5:00 a.m.”, contó en la conferencia de prensa donde reveló cómo vivió —y cómo repelió— el atentado que casi le cuesta la vida en Cerro Azul, Cañete. A esa hora, con sueño ligero y la rutina conocida, abasteció su arma y subió a su camioneta rumbo a unos terrenos de su propiedad.
Hacía pocos días había estado en el polígono y por eso llevaba pocas balas. Apenas siete u ocho, según él mismo precisó. Era algo que recién dimensionaría cuando la amenaza dejó de ser abstracta y se convirtió en ráfagas. “Disparé todas”, dijo.
De pronto, el silencio del camino rural fue roto por los tiros. Belaunde escuchó entre siete y nueve disparos dirigidos a su vehículo. Tres atravesaron el parabrisas y uno impactó el limpiaparabrisas. Los proyectiles iban directo al lado del conductor.
Él reaccionó como pudo: abrió la ventana del piloto y disparó hacia afuera, por el marco, en plena maniobra de defensa. “Yo disparaba desde afuera del carro”, recordó. Era, literalmente, responder o morir.
Mientras los disparos reventaban vidrios y astillaban el parabrisas, Belaunde se agachó contra el asiento, que ya estaba cubierto de fragmentos. Fue allí donde sufrió los cortes en el rostro que luego se verían en la fotografía que circuló en redes, una imagen que —aclaró él mismo— no autorizó a difundir.
Cuando regresó a la camioneta para protegerse, sintió todavía más peligro. “He permanecido agachado un buen rato, porque venía otra moto”, contó. No sabía si era la misma o una segunda amenaza.
Cuando terminó de disparar, ya no le quedaba ni una sola bala. Las había gastado todas. “Me parece que fueron siete u ocho las que estaban abastecidas y disparé todas”, insistió.
A la zona llegó el general Óscar Arriola junto a personal del Depincri, que encontró casquillos y activó el plan cerco. Por ahora, no se manejan indicios de extorsión ni amenazas previas. Era, hasta el momento, un ataque sin responsables identificados.
Aunque el atentado sucedió en plena precampaña, Belaunde descartó de inmediato cualquier motivación política. “No pensaría que tiene ninguna vinculación con la política”, afirmó. Para él, lo ocurrido es una expresión más de la inseguridad que viven miles de peruanos.
Lanzó también un mensaje contundente: “Quienes podamos defendernos, tenemos que ejercer ese derecho”. Defiende el uso responsable de armas de fuego y recordó que hace 25 años porta una pistola con todos los permisos en regla.
Incluso reveló que la Glock que usó para enfrentar a los sicarios fue retenida por Criminalística para las pruebas balísticas, y pidió que se la devuelvan cuando estas concluyan. Dijo que continúa utilizando su segunda arma.
Belaunde agradeció el trabajo policial pero también señaló limitaciones. Consideró que existe un “debilitamiento en el sistema normativo que ata un poco de manos a la PNP” en la lucha contra la criminalidad. Aun así, sostuvo que los agentes actuaron con diligencia y que no dará más detalles, pues la investigación está en marcha.
Aseguró que no pedirá garantías porque “no impedirá que ocurran otros ataques”. Comentó que, según el cronograma, Seguridad del Estado debería asignarle protección en los próximos días.
El atentado generó condenas políticas. Desde Piero Corvetto hasta Pedro Cateriano y Gino Costa, varios personajes exigieron rechazar la violencia electoral y garantizar seguridad para todos los candidatos. Pero Belaunde, con cortes aún frescos en el rostro, prefirió centrarse en el mensaje: “No podemos normalizar esta situación que tiene arrinconadas a las familias”.
Para él, sobrevivir con apenas “unos raspones” es casi un milagro. Pero también es un llamado. “No podemos aceptar ser víctimas. Hay que actuar, organizarnos, defendernos”, insistió. Y mientras avanza una investigación aún sin responsables, el precandidato asegura que no claudicará. Que hay que resistir. Y que ese amanecer en Cerro Azul pudo terminar distinto… pero no terminó.
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