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La Barra de Jackili: Ayacuchana vendió caramelos, fue empleada del hogar y hoy tiene tres cevicherías exitosas

Jackili Fernández empezó su negocio con 200 soles prestados. Al inicio vendía poco, pero ofrecía sus platos para que prueben su sazón y cautivó a sus clientes. Dice que el secreto es sonreir y atender bien al cliente, aprovechar las redes sociales para darle exposición a la marca.
Trome - La Barra De Jackili

Jackili Fernández nació en Ayacucho, y desde muy pequeña vendía caramelos para ayudar a su mamá, quien se quedó viuda con varios hijos. En Lima trabajó en cocina y fue empleada doméstica para pagar sus estudios de Gastronomía y mandar dinero a su familia. Con mucho sacrificio, abrió La Barra de Jackili y ahora tiene tres locales.

¿Qué lo más duro que tuviste que vivir al llegar a la capital?

Llegando a Lima me robaron mi mochila y tuve que buscar a mi tío para que me den trabajo en una cafetería, con ese dinero me metí a estudiar gastronomía, me especialicé en pescados y mariscos. Cocino desde los 13 años, he cuidado a niños y ancianos y fui empleada para tener un ingreso.

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¿Es verdad que empezaste con 200 soles un domingo?

Terminé mi carrera y con el sueldo básico junté para comprar mis mesas y sillas, con los doscientos soles que me prestó mi hermana compré el pescado para el ceviche y el chilcano. Ese día vendí 380 soles y me alegré mucho.

Eras nueva, ¿cómo hiciste para captar la atención de los clientes?

Estuve en un puesto en una galería y solo vendía siete platos y eso me ponía triste, porque soy especialista en esto y no sabía por qué no compraban, empecé a ofrecer y me empezaron a pedir y luego hacían largas colas.

La propuesta en Miraflores es un concepto de noche también acompañado con sus traguitos. Foto: Jesús Saucedo.

¿En qué momento dirías que te hiciste muy conocida?

En la pandemia quebramos todos, saqué mis cosas de la galería y alquilé un lugarcito para hacer mis platos porque la gente me llamaba y yo misma hacía los repartos. Encontré un local en Caquetá y lo tomé, invertí todo lo que tenía. Luego mi hija me ayudó con las redes sociales y subimos promociones que se viralizaron. Luego abrimos en el Rímac y en Miraflores.

Los emprendedores tienen caídas, ¿qué es lo peor que te ha pasado y lo superaste?

La gente que veía que me iba bien en la galería me mandaba a la municipalidad para que me cierren, me cortaban el agua y yo quería irme de ahí para que mis clientes estén tranquilos, hasta que encontré un local.

¿Qué rescatas de toda esta experiencia?

Hay que perseverar cuando quieres algo, no rendirse porque todos pasamos por muchas cosas que son pasajeras. Tenemos retos siempre y hay que seguir.

Hay personas que sueñan en tener un negocio, ¿Qué les recomendarías para que den el primer paso?

Que sean honestos siempre, estudiar mucho y trabajar en varios lugares para que tengan experiencia, hay que ir a la guerra con armas. Deben conocer bien su negocio y capacitar a su personal. Hagan las cosas con amor, que les guste lo que hacen.

La actitud es muy importante y tú tienes mucho carisma, ¿por qué crees que creció tanto tu marca?

Soy bien alegre con mis clientes, me gusta atender y que terminen todo su plato, siempre estoy con una sonrisa y le digo: ¡pasen caseros!, hay que ser atentos y sin miedo al éxito. La atención es el 70% si los tratas mal no vuelven.

¿Qué tip les darías a los cocineros en una situación complicada?

Hay que tener buena actitud, reinventarse, buscar apoyo en las redes sociales, que te guste lo que hacen y te irá bien.

¿Cómo trabajas con el manejo de los alimentos?

Llevé un curso de inocuidad en las escuelas y manejo los mismos formatos en los tres locales, es la base principal. Hay que ofrecer comida rica y que todo esté bien limpio.

¿Por qué son vitales las redes sociales para las marcas?

Exhíbete y vende. Las redes sociales son una ventanita que ayuda al producto y la marca, es la esencia de uno. Yo cuento que soy de provincia, soy honesta, trabajadora y enseño lo que vendo.

RAPIDITA:

¿Cuándo es el mejor momento para crecer?

En mi caso, la sede de Caquetá colapsó de clientela y decidí irme al Rímac, luego aposté por Miraflores. Me han escrito del extranjero para comprar mi marca y ahora me han pedido para hacer franquicias. Cuando tu aceptación está al 70% te das cuenta de puedes crecer.

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