El golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo el miércoles no me sorprendió. Desde que pasó a la segunda vuelta electoral, este columnista —junto a otros pocos colegas— sostuvo que el objetivo del chotano era liquidar el Congreso, la libertad de prensa, los organismos autónomos e instaurar una asamblea constituyente para perpetuarse en el poder.
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Lo intentó el 5 de abril pasado, cuando pretendió encerrarnos por 24 horas a los limeños y chalacos con un decreto ilegal, so pretexto que ocurrirían desmanes en la capital. Ese mismo día, el Congreso timorato debió vacarlo.
Transcurrido el golpe, que apenas duró 88 minutos, es bueno recordar a muchos coleguitas que, a través de las redes sociales y plataformas web que ahora abundan por doquier, apoyaron a Castillo para ser presidente.
Lo hicieron pese a que era evidente que el entonces candidato tenía intenciones antidemocráticas: estaban escritas en blanco y negro en su plan de gobierno, que fue redactado por su jefe, Vladimir Cerrón, quien sueña con una dictadura tipo Cuba y Nicaragua.
¿Qué llevó a Castillo a suicidarse políticamente? Es imposible saberlo. Pero personas cercanas a él afirman que el otrora mandatario vivía en otra realidad, en un mundo paralelo. En su pobre imaginación, creía tener el respaldo popular, especialmente de las zonas andinas a donde, desde el primer día de su gobierno, viajaba constantemente y organizaba sus improductivos y millonarios consejos de ministros descentralizados.
En esos lugares logró captar a numerosos seguidores con falsos discursos en donde enfrentaba a los ricos con los pobres, los provincianos con los limeños, que los asistentes aplaudían a rabiar. En esa misma línea actuaba su lunático premier Aníbal Torres, el autor intelectual del golpe fallido, al igual que su premier Betssy Chávez. En uno de sus arrebatos mentales, Torres llegó a decir que los padres de familia de los distritos de San Isidro y Miraflores hacían creer a sus hijos que son superiores.
Luego, Castillo trasladó ese plan populista a Palacio de Gobierno. Allí, casi todos los días, recibía a organizaciones sociales, reservistas, campesinos, a los cuales envenenaba con su discurso divisionista.
Pero eso no le sirvió. Cuando Castillo dio el golpe se quedó solo.
Pero, cuidado, el peligro no ha pasado para la democracia. Ahora la posta la han asumido dirigentes violentistas vinculados a Sendero Luminoso, que eran apoyados y financiados por el gobierno de Pedro Castillo. También está Antauro Humala, quien recorre el país con la misma perorata castillista. Nadie sabe quién financia su campaña. Lo mismo hace el congresista Guillermo Bermejo, quien, según la Policía, tiene conexiones en el VRAEM, el principal bastión del narcotráfico y los remanentes de Sendero Luminoso.
La presidenta Dina Boluarte ha planteado adelantar las elecciones generales el año 2024. Pero no hay que olvidar que ella fue una furibunda defensora de Castillo y atacaba duramente a la prensa independiente. Nos vemos el otro martes.
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