La Seño María

Pancholón en Estados Unidos

Pancholón estuvo alentando a la selección, entre otras cosas más, en Estados Unidos.

El Chato Matta llegó al restaurante por su causa de langostinos y un cebichito de ojo de uva con su jarrita de limonada frozen. “María, es un personaje de aquellos. Me timbró cerca de la medianoche. ‘Causita, me gritó, y se puso a cantar ‘Dura’ de Daddy Yankee. ‘Que estás dura, dura, dura, dura, que estás dura, mano arriba porque tú te ves bien/ Estás dura, mamacita...’. ‘Chatito, ya tengo un mes entre California, Miami, Nueva Jersey, Las Vegas, Los Ángeles y ya me ahogo aquí en . Esto no es lo mío. Si me dan a elegir entre Manhattan y La Trinchera, me quedo con la Trinchera, con su olor a pichi. Me preguntan por South Beach, y más me divierto de noche en la Costa Verde. Estuve en el Hard Rock y en el Red Bull viendo a la selección, y me di el gusto de narrar los goles de ‘Orejas’ y la ‘Culebra’. Cuando estaba en plena emoción gritando: ‘Ay, mi mamita, mi querido Perú, ayayayyy’, una colorada de 1.80 no me quitaba la mirada de encima, me alucinaba de pies a cabeza, veía cómo sudaba en plena transmisión y se excitaba. Me hacía juego de luces. ‘You are wonderful’ (eres maravilloso)’, me dijo en su inglés sensual. Apenas terminó el partido, le saqué la lengüita, que es el idioma universal de los tramposos, y ella sonrió. Al día siguiente, nos fuimos en un yate, pedí champán y me disfrace de Foquita, me puse la ‘10’, hice un hat-trick y dejé bien a los peruanos. ‘Sigue Perú, sigue, dale, ohhhh, my God’.

Recordé mi época de oro cuando mi programa radial tenía auspiciadores como PetroPerú y la Backus, que me pagaban miles de dólares y viajaba por Sudamérica transmitiendo partidos de la Copa Libertadores y las Eliminatorias. Paraba en salsódromos y me daba la gran vida. Había una mancha que me seguía a todos lados. Pero cuando los auspiciadores me cortaron el caño, cerró mi programa radial y ya no podía pagar las cuotas del carro, desaparecieron todos los chupamedias. La vida es una ruleta, estás arriba o abajo. Igual es con las mujeres. Nunca te regales como si estuvieras mendigando un poco de cariño. Ellas deben llegar a ti solitas. Mi táctica es carisma, floro, chispa y mis historias. ‘Salud, peruanito lindo’, me dijo la bella Tracy en su español masticado. Terminé y me quedé vacío mirando el mar. Me vino la pensadora y me acordé de la psicóloga, quien en las madrugadas me muerde mi cuellito y me dice: ‘Gordito, hazme el amor otra vez’. Acá todo es dólares, trabajo full time, la gente ni te saluda; si no tienes carro, no vas a ningún lado. Nadie te regala una sonrisa. Allá en mi Callao, ‘pichangueo’ a mitad de semana, contrato orquestas, en una esquina subo mi ‘cantor’ a todo volumen con mi caja de chelas en el medio, lo malo es que los ‘gatillos flojos’ ahora están dando vueltas por todos lados’”. Ese señor Pancholón es un sinvergüenza. En todos lados hace sus cochinadas. Me voy, cuídense.

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