La Seño María

Pancholón: El Chato Matta pasó el susto de su vida

El Chato Matta, uno de los amigos más cercanos de Pancholón, pasó por una experiencia que jamás olvidará.

El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso estofado de pollo, presa grande, y su papa a la huancaína con huevito duro y aceituna. “María, la semana pasada estuve en la despedida de , quien se acaba de ir un mes a Estados Unidos de vacaciones. Convocó a los abogados del Callao, quienes le pusieron una orquesta de salsa. Cuando llegué ya se había armado el rumbón y sonaba un tema de Maelo Ruiz: ‘...Regálame una noche/donde te entregues toda/que solo sea la luna/la que acompañe la pasión/que el fuego de tu cuerpo/caliente aquí en mi pecho/y con tus furias ganas/perdamos la razón/Regálame una noche/que no termine nunca/donde el cansancio sea solo el vencedor/Saciándome de ganas de pasión y locura/cubriéndonos la piel solo con el amorrrrrrr...’. María, tú sabes que Pancholón es mi hermano, pero yo no soy como él. El gordito es ansioso y le va a todo lo que se mueve. Una noche, en tragos, me confesó que él siente más placer cuando está con una mujer que tiene enamorado, novio o marido. Eso es como una enfermedad. Apenas ve a una novia de Chotillo, saca la lengüita, patea debajo de la mesa, guiña el ojo y ofrece su tarjeta de abogado que no cobra la consulta. Todo para llevarse a las mujeres en su camionetón.

El bicho partidor lo lleva en la sangre... Uno debe cuidarse porque la calle pica. Uno no sabe con quién se mete. Como lo que me pasó con Paloma, quien fue mi ‘saliente’ varios años. Sabía que se había casado, divorciado y luego se había vuelto a casar con un empresario. Me asombró que me llamara, pues ella, cuando tiene una relación con alguien, borra de su chip a sus antiguos amantes. ‘Chatito, para mis parejas, yo no tengo pasado’, dijo. Por eso, me sorprendió su llamada. ‘Chatito, cómo estás. Ya no te acuerdas de las pobres. Quiero hablar contigo. Es urgente. Nos encontramos en Petit Thouars, pero no vengas con tu carrito’. Llegué y la encontré sentada en un tremendo camionetón. Del saque me metió un chape bravazo, como en sus mejores tiempos. ‘No sabes cuánto te he extrañado’, me dijo, se sentó sobre mis piernas y subió las lunas polarizadas. ‘Oye, ¿y tu esposo, el empresario?’. ‘No, ya no pasa nada. Se fue y me dejó el muy maldito. Estoy soltera y hago lo que quiero, porque antes de irse me dejó 50 mil dólares. Chato, ya me contaron que tú sigues solo, eres libre, yo también. Vivamos juntos. No te preocupes por la plata, te voy a regalar un carro del año para que trabajes en el hotel de un amigo mío’. La verdad es que me emocioné. No podía creer mi suerte. ‘Ahora recordemos los viejos tiempos en ese hotelito pulgoso donde me llevabas’, y se lanzó encima mío. Después del faenón, me dejó en mi casa. Ni bien llegué a la puerta, recibí un puñetazo en la cara que me tumbó. Un cholón de 1,80 me puso una pistola en la cabeza. ‘Causa, tranquilo, yo no avanzo. Tengo dos hijos, qué pasa’, le dije. ‘Agradece que el hombre solo mandó a meterte un ajustón, pero si te volvemos a ver con Paloma, vas a terminar bajo tierra. Ya sabes’. Timbré a Pancholón, quien me prestó su casa de playa para que me esconda. Pancholón me dijo: ‘Chato, no seas sano, te estás regalando como Chotillo’”. Pucha, qué tal historia del Chato. Me voy, cuídense.

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