La Seño María

Chicas, respétense (II)

La Seño María y el fotógrafo Gary continúan su charla sobre el respeto que debemos tener con los demás y con nosotros mismos.
Seño

Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un arroz con pato a la chiclayana con culantro, sazonado con chicha de jora, cerveza negra y servido con salsa criolla picantita. Para tomar, una chicha morada fresquecita. “María, ayer conversábamos sobre el triste espectáculo que dan por televisión algunos ‘famositos’ del ambiente que, por plata, detallan a nivel nacional sus relaciones sexuales con exparejas y hasta sus infidelidades. Cuentan cosas tan íntimas que deberían quedarse así, en la intimidad, y no ser ventiladas como si se tratara de proezas deportivas.

Para este fotógrafo es más chocante cuando quien revela esos pormenores es una mujer. Simplemente, no lo entiendo. Lo veo como si solitas se dispararan a los pies. ¿Quién las va a respetar después de eso? Pero también indigna que hablen los hombres, sobre todo cuando señalan nombres de las chicas con quienes estuvieron. Es una cobardía imperdonable, una terrible traición a la mujer que confió en su silencio.

Algunos de esos que se presentan como ‘open mind’, es decir, de mente abierta, o superados, progresistas, modernos y tantas otras terminologías, seguro dirán que las chicas tienen el derecho de contar lo que les dé la gana de su intimidad, igual que los hombres, pues todos somos iguales. A ver si les gustaría ver a una hija en ese papel.

Otros dirán, qué hipocresía, pues critican que hablen del pecado, pero no al pecado. Llámenme machista o cavernario, solo digo que un adulto tiene el derecho de vivir como le dé la gana, siempre y cuando no perjudique a los demás. Y también que las mujeres merecen el mayor de los respetos, ellas y los niños, por lo que no pueden ser maltratadas de ninguna forma. Ni levantarles la voz se debe. Esos canallas que golpean mujeres, que las humillan, que las hacen sentir poca cosa, que las violentan, deberían estar presos.

Repito, los padres tenemos la obligación de educar a nuestros hijos con valores para que no se conviertan en víctimas de la violencia de sus parejas y que ellos mismos no sean abusadores ni toleren el abuso cuando lo vean. El ejemplo es clave, así que en casa nada de tratar a la pareja de mala manera, de insultarla o gritarla. Al contrario, debe haber bastante consideración y respeto. Las palabras amables y amorosas deben abundar, para la pareja y para los hijos.

El ‘por favor’ y el ‘gracias’ deben oírse siempre en el hogar. Si logramos que nuestros hijos tengan una autoestima fuerte, se valorarán y respetarán a sí mismos y no harán nada que los perjudique. En cambio, un chico siempre humillado, golpeado, no se considerará importante y se perjudicará fácilmente por alguna recompensa”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense. 

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