Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por su cachemita frita con frejoles canarios, sarsa criolla y, para tomar, chicha morada fresquecita. “María, no se cuándo empezó esta costumbre de los peruanos de reventar cohetones cada vez más potentes en Navidad y Año Nuevo. La que más sufren son las mascotitas, que tiemblan y hasta tienen convulsiones por el tremendo ruido.
Por supuesto, también padecen las personas enfermas, los ancianos y gente con diversas condiciones, como los autistas. Todos los años hay campañas para que no revienten cohetones, pero no pasa nada. Encima es peligroso, pues, además de causar lesiones a las personas, la mayoría de los incendios ocurridos antes, durante y después de la Navidad han sido causados por pirotécnicos. Hace unos días en Ayacucho un niño encontró una ‘mama rata’ cerca de su casa y tras prenderla explotó, haciéndole perder un ojo, además de dañarle los dedos de una mano.
En Puno, otro menor salió de su vivienda para ver los fuegos artificiales y una bombarda le impactó en el ojo derecho. El gobierno debe poner mano dura para que se dejen de utilizar estos pirotécnicos tan peligrosos. No es justo que pequeños que recién comienzan a vivir sufran daños tan terribles para toda su vida. Eso de amenazar con multas y sanciones no surte efecto.
Pero esto no es todo. Según especialistas de la Subdirección de Evaluación del Ambiente Atmosférico, los distritos de Villa María del Triunfo y Puente Piedra fueron los que mayor contaminación del aire sufrieron por pirotécnicos el 25 de diciembre. Por eso debemos:
Estar atentos a lo que hacen nuestros hijos en Navidad y Año Nuevo. No podemos dejarlos solos en la calle con tantos pirotécnicos.
Hay que hablarles acerca del peligro de los ‘ratablancas’, ‘silbadores’, ‘chapanas’ y otros.
Para adquirir pirotécnicos, hay que acudir a las ferias autorizadas por la Sucamec. Allí venden los deflagrantes y no los detonantes. Y siempre su uso debe ser con un adulto responsable”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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