Algunos dicen que en problemas de pareja, los terceros salen sobrando. Tiene sentido, pero ¿qué pasa cuando se trata de una infidelidad?, ¿debe la familia intervenir o dejar que los involucrados arreglen solos sus problemas?
El psicólogo Ítalo Arrúe apuesta porque la familia se mantenga expectante y que, en lugar de jalar para un lado o para el otro, ayude a las partes a enfrentar el proceso y encontrar una solución, si es que la hubiera.
Supongamos que es él quien faltó al matrimonio y se va con otra mujer. Lo correcto es que los familiares más cercanos (padres, hermanos) del infiel se preocupen por cómo está llevando su vida a partir de su traición y le aconsejen, no que reciban a la nueva conquista como si nada hubiera pasado por respeto a la parte engañada.
“Por ninguna razón las familias deben apañar una infidelidad, ni ser alcahuetas de nadie”, señala con firmeza la experta. “Los parientes al tomar partido por el infiel reflejan el tipo de valores morales y sociales que los gobierna”, indica.
Esto se agrava si hay hijos en común, “porque no solo están faltando el respeto y ofendiendo a la madre, sino también a esos niños”, agrega Arrúe.
Insiste en que los familiares siempre deben promover el respeto, la unión familiar y tratar de convencer a la persona de que se tome su tiempo para aclarar sus pensamientos y ver cómo retomará su vida, si ya no hay posibilidades de reconciliación.
DATITO
La mayoría de los infieles copian esta conducta de su entorno familiar. No hay necesidad de que sean testigos de algo, basta que escuchen bromas o burlas sobre la infidelidad para normalizarla.