La frase ‘mil oficios’ le queda corta a Rosmery Ávalos. Desde los 18 años ha hecho de todo: fue fotógrafa, costurera, futbolista y, desde hace tres años, lidera la Bodega-Bazar Ávalos, en Villa El Salvador.
Antes de la pandemia trabajaba cosiendo mochilas en un taller, pero el negocio quebró y Rosmery tuvo que buscar la manera de salir adelante. Entonces, convirtió su propio cuarto en una bodega exprés para abastecer a su familia. “Vendía cosas de primera necesidad a mis hermanas y sobrinos, así ya no salían a la calle y se cuidaban del coronavirus”, recuerda.
El impulso familiar y el apoyo económico de su madre la animaron a profesionalizar el emprendimiento. Trasladó la tienda a la sala de su casa, compró anaqueles, vitrinas y llenó los estantes con productos de primera necesidad. “Cuando un vecino me pedía algo que no tenía, lo anotaba y al día siguiente lo compraba. Así fui creando mi stock”, cuenta.
Hoy, su bodega ofrece de todo: abarrotes, golosinas, bebidas, congelados, útiles escolares y hasta regalitos personalizados. Rosmery cose peluches, elabora tazas decorativas con su máquina de sublimación y siempre busca innovar para sorprender a sus caseros.
El secreto de su éxito, precisa, está en dos cosas: la buena atención y su horario extendido. En tres años no ha cerrado ni un solo día. Atiende desde las seis de la mañana hasta la una de la madrugada, y si hay fiestas en la cuadra, se queda hasta más tarde.
“Mis vecinos saben que mi bodega siempre está abierta. Vienen a la segura. Si no estoy yo, está mi hermana. Y si es algo urgente de madrugada, tocan el timbre y les despacho”, afirma.
Aunque reconoce que el sacrificio es grande, asegura que todo vale la pena cuando ve lo orgullosos que se sienten sus padres. “Ellos están felices de que haya salido adelante”, dice emocionada. Ahora, Rosmery sueña con convertir su bodega en un minimarket que lleve su apellido y sea un negocio familiar.
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