Mi gente maravillosa de , hoy les tengo un invitado que estuve esperando por mucho tiempo. En esta presentación les traigo harto ‘aguadito’, como les encanta. Estoy nervioso, porque él tiene una presentación de la que me han hablado varios colegas, uno de ellos, Omar Reynoso.

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Quiero darle la bienvenida a una persona que se hizo esperar. Él me dijo: Sobrino, el humo lo vendo yo, así que espera tu oportunidad. Pero yo soy un hombre de fe, así que, con mucho cariño, le doy la bienvenida a .

Una vez me escribiste y te dije que estaba fuera de órbita. He visto tus programas y tienes un talento impensable para muchos, porque la mayoría piensa que ser jugador de fútbol es una sumisión o un paralelo a otras cosas. Has abierto una puerta y la has abierto bien. Solo espero que me trates bien.

Usted viene de una familia de deportistas...

Claro. Lo que ahora le llaman talento genético. A mí nadie me enseñó a moverme o a driblear. En Cristal me tecnificaron. Hay una gran diferencia entre el jugador técnico y el habilidoso. Hay jugadores habilidosos que se llevan a cinco en un metro cuadrado, pero no pueden meterte un pase de 30 metros al pecho. Ha habido habilidosos sin técnica. Metían un centro y los fotógrafos se escondían, porque sabían que la pelota iba para su posición. Ellos saben... y tú también, por eso te ríes.

¿Uno de ellos no es mi viejo, Leo Rojas?

¡Nooo! Recién me entero. Saludos para Leo. ¡Imagínate si no te quisiera!

Respondiendo a tu pregunta, mi padre, Alfredo Mosquera, jugó la Copa América de 1949 —en ese entonces se llamaba Sudamericano de Río de Janeiro. No había internet, ni televisión, ni teléfono, ni redes. Pero don Alfonso Senior, presidente de Millonarios, fue a ver el torneo, lo vio y lo contrató. También llevó a Alfredo Di Stéfano, que era el Lionel Messi de 1950. Mi padre viajó a España cuando lo compró el Real Madrid.

Fue cinco años consecutivos goleador de LaLiga española y cinco veces campeón de la Champions League. Corría los cien metros en 11 segundos. Junto con Di Stéfano ganaron cuatro veces seguidas en Millonarios. Mi papá pensó: “Voy a comprar una casa en San Isidro para mis negritos”. Y ahí vivimos, entre el parque El Olivar y El Golf.

Luis Guadalupe 'jugó de visita' en el departamento de Mosquera en Surco (Foto: GEC)
Luis Guadalupe 'jugó de visita' en el departamento de Mosquera en Surco (Foto: GEC)

Después vino Vides Mosquera, a quien no se le ha puesto en el lugar que merece. Mi padre me dijo: “Tú has jugado un Mundial y una Copa América, pero Vides es el mejor de todos los Mosqueras”. Campeón y goleador con Alianza Lima en 1954 y 1955. Campeón y goleador con Cristal en 1956. Luego se fue a España, lo llevó Guillermo Delgado —el abuelo de Erick Delgado, el ‘León del José Díaz’, un crack— y allá le hicieron una canción a mi tío. ¿Cómo habrá jugado ese señor?

Luego vino Nemesio, puntero izquierdo de Sporting Cristal. Tenía un dribbling que hacía que a Eloy Campos se le pararan los bigotes. Después, Jaime Mosquera, que acaba de fallecer. Somos una familia de fútbol.

¿Usted nació en Colombia?

Sí. He vivido con ese estigma. A los siete años me decían “el colombianito” y yo ni conocía Colombia. Tenía mi póster de Teófilo, era mi ídolo. A los 12 años fui a Cristal y vi a Julio César Uribe llevarse a diez... y me quise ir.

¿Quién lo probó?

El ‘Cholo’ Silva me había choteado tres veces. A la cuarta me dejó entrar 20 minutos y al final me preguntó: “¿Cómo te llamas?”. Le dije: “Roberto Mosquera”. “¿Qué eres de Alfredo?” “Es mi papá”, le respondí. “No le vayas a decir que te he botado tres veces, y ustedes no le digan que he venido, porque no sabe”, jajajaja.

De San Isidro a La Florida en ese tiempo era como ir a Huaral. No tenía la viveza del chico de barrio, de subirse a tres carros con un solo pasaje. Me dijeron: “Te vamos a dar un carné, pero tiene que firmarlo tu padre. Tienes 15 días”.

¿Cómo fue ese momento?

Mi papá nunca me pegó, mi mamá sí me daba con la correa. Un domingo se había tomado sus vinitos y estaba alegre. “Uy, este está como Cuto”, pensé. Le di la carta. “¡Ve este sinvergüenza! ¡Vamos a tu cuarto, cómo es posible! ¿Quién te probó?”. Yo pensé que me iba a dar. “Ya el martes te llevo”, me dijo. Y saliendo gritó: “¡Y que sea la última vez!”. Después le contamos la novela a mi mamá.

Roberto Mosquera junto a Alfredo Quesada, Eleazar Soria, Héctor Chumpitaz, Ramón Quiroga , Percy Rojas , Enrique Camacho y Oswaldo Ramírez en Sporting Cristal (Foto: GEC)
Roberto Mosquera junto a Alfredo Quesada, Eleazar Soria, Héctor Chumpitaz, Ramón Quiroga , Percy Rojas , Enrique Camacho y Oswaldo Ramírez en Sporting Cristal (Foto: GEC)

¿Su papá lo fue a ver?

No al principio. Yo era suplente. Jugaba bien, pero no sabía meter el cuerpo. Me faltaba calle. Hasta que Julio César Uribe me llevó a un campeonato callejero en Barrios Altos, en Barbones. Me metieron una ensalada de patadas. Fue la primera vez que me meché, mesaque el polo y me hincharon. Eso era lo que me faltaba: calle. Me metieron una patada que vi mi pie arriba de mi cabeza y luego jugamos el segundo tiempo.

Después de eso entré a la cancha con otra confianza y el técnico lo notó. Me dijo: “¿Dónde está jugando usted?”. Ya metía el cuerpo, el codo, empujaba. Ya me quería mechar. “¡Cuidado!”, me dijo. Julio también me dijo: “Bájale un poquito, estás muy acelerado”.

De ahí nació una hermandad. Él en mi casa con mis padres; yo en su casa con los suyos.

¿Debutaron juntos?

Ambos cambiamos la historia de Cristal. Suena atrevido decirlo, pero Cristal era un equipo frío, porque pagaba todos los 30 de cada mes. Cuando llegué en 2012, un periodista me preguntó: “¿Por qué les dicen pavos?”. Le dije: “Porque desde 1955 hasta ahora, siempre pagamos el 30. Entonces, ¿somos pavos por pagar puntualmente?”. Esos dirigentes que dicen eso deben tres meses. Como nosotros pagamos al día, nos dicen pavos.

¿Y por qué les dicen ‘pecho frío’? Me preguntaron. Esa palabra no existe. Hay un equipo que nació en 1901 y nosotros en 1955… y los tenemos a solo tres títulos. ¿Cómo vamos a ser fríos?

¿Su madre, María Cristina, era voleibolista y bailarina...?

Mi papá era de Chincha Alta, donde hay ‘caoba 40’, jajajaja. Vino a Lima sin zapatos, empezó a trabajar y vivió en Breña, muy pobre. Un día, jugando fútbol, un blanco lo vio y le preguntó: “¿En qué equipo juegas?” Luego le ofreció trabajo en la fábrica Roselló, en la avenida Brasil. Así fue como trabajaba y jugaba al mismo tiempo.

Un amigo suyo, que tocaba la guitarra, le dijo: “Hay un equipo, Los Diablos Rojos de Chiclín, están pagando bien”. Renuncian y se van. Ahí conoció a mi mamá, ella tenía 18 y él 19. Se enamoraron y mi papá se la ‘rapta’. Antes era así.

Eran otros tiempos...

Un día le pregunté a mi papá: “¿Qué significa ‘sufrido’?” Porque había una chica que me gustaba y mis patas me decían: “Oe, sufrido”. Eso era cuando te gustaba alguien, pero no te le acercabas, solo esperabas que salga a la tienda para verla y luego te ibas. O sea, eras un ‘lorna’ con sentimiento.

Mi viejo me dijo: “Yo también he sido sufrido. Vi a tu mamá saliendo del colegio, la mandaban a comprar a una tienda llamada ‘Subsistencia’, la única en todo Chiclín. Me acerqué, le hablé y empecé a acompañarla todos los días”. También me contó que un día fue a darle una serenata con su amigo ‘Tundete’ y la mamá de mi mamá les tiró agua. “Me la llevo”, dijo. Se pusieron de acuerdo, se fueron a Lima y fue un escándalo. Los papás hablaron y terminaron casándose.

¿Cómo era en el colegio?

De 45 alumnos, ocupaba el puesto 12. En matemáticas tenía problemas, así que me pusieron en el colegio Markham, el anglo-peruano. Por las mañanas todo era en castellano y por las tardes en inglés. Hoy se llama San Andrés. Nunca entendí cómo alguien que vino de Chincha podía tener las cosas tan claras.

Mi hermana estudió en un colegio alemán. Mi padre tenía visión. Hablaba inglés. Le pregunté hasta qué grado estudió y me dijo: “Hasta quinto de primaria”. Pero hablaba de todo. Me dijo: “Yo me he autoeducado. Si me daban secundaria, dominaba el país”. Una moral tremenda.

Mosquera junto a sus excompañeros de la selección peruana (Foto:GEC)
Mosquera junto a sus excompañeros de la selección peruana (Foto:GEC)

¿Usted sí llegó a la universidad?

Claro. Me dio una gran educación. Estudié Administración y aunque no la ejercí, eso me sirve para administrar a mis jugadores.

Mi padretambién me enseñó algo clave: “Tú no puedes meterte nada al cuerpo si no sabes qué es. Fumas algo y de repente te lanzas desde un edificio. Todos somos una unidad biológica diferente, todos reaccionamos distinto”. ¡Cuidado!

¿Qué recuerda de sus inicios en el fútbol?

Sin ser patero, tener un amigo como Julio César Uribe nos permitió cambiar la historia de Cristal. Nos decían ‘fríos’ porque no hacíamos escándalos ni llegábamos borrachos. Don Ricardo Bentín nos hablaba con respeto. Entonces, dos negritos contra Alianza Lima escribimos el nombre de los cuatro defensores de ellos en su propia área. Julio lo agarró a Javier Castillo y no le pegó porque era noble. Yo a Guido Ramírez… no se movió en todo el partido, le puse el número en el pecho.

Amigos de Municipal y de Alianza venían a vernos. Éramos jóvenes, atrevidos, tratábamos bien el balón. Escribimos una bonita historia con talento y personalidad. Vivo orgulloso de eso.

Usted ha sido campeón con Cristal como jugador y técnico...

Con Cristal tengo título infantil en el Odriozola: ganamos 2-0. Llegué a casa y mi papá almorzaba. “¿Hiciste gol? Los cracks tienen que hacer goles en los clásicos”, me dijo. Le respondí que no, pero que le di el pase a Julio. Le mentí. Años después, en una fiesta, le preguntó a Julio cómo fue el pase y él me siguió el juego: “Sí, él me la dio, yo me llevé a cinco y la metí”. ¡Oye, desgraciado mentiroso!, me gritó mi papá, jajajaja.

Mosquera junto a los dos referentes del título del 2012 (Foto: GEC)
Mosquera junto a los dos referentes del título del 2012 (Foto: GEC)

En el 79 y 80 fuimos campeones. Sufrimos desde nuestro debut, él en el 75, yo en el 74. Le di doce pases de gol. Nos quedábamos entrenando. En el 96 y 97 me llamó el señor Lombardi como asistente. En el 96 salí campeón y en el 97, subcampeón de la Copa Libertadores. Como DT, campeón en 2012 y 2020. Llegué cuando Cristal estaba último. Dije: “Vengo a ser campeón” y todos se me fueron encima. “¿Qué se ha creído este negro?”. Pero si campeoné con Binacional, ¿cómo no iba a soñar con Cristal?

¿Por eso dirige paradito?

Tú ves que yo no me muevo. “¡Qué frío eres!”, dicen. Otros hacen su show. Todo es psicología. A Julinho le hablo bajito: “Estamos jugando a la mitad de lo que podemos”. A Pedro Garay le grito: “¡Garay, ponte a correr!”.

No puedes equivocarte con el mensaje que mandas. Por eso hablo una hora con cada uno. A los 30 minutos ya están en el bolsillo. Me quieren. Nunca he levantado la voz ni mentado la madre. Yo los convenzo. Estudié 1,620 horas en dos años. Fue duro, ya había salido de la universidad hace 20 años. La concentración cambia con la edad.

¿Y ahora, qué está estudiando?

En un mes y medio haré un curso sobre fisiología para profesores de menores. Fui a un entrenamiento de chicos de 7 años y quise intervenir, pero no correspondía. Luego les dije: “Tienen que estudiar fisiología del ejercicio. No pueden forzar a un niño antes de los 14 años, cuando aparece la testosterona. Si lo haces antes, puedes retrasar su desarrollo sexual”.

Me pasó con Gianfranco Labarthe. Lo vi medio torpón. Le dije: “Estás en una cresta de crecimiento”. Lo paré y su mamá se molestó. Después le expliqué y me dijo: “Ah, Robert, no sabía”. Quince días después se adaptó a su nueva talla. No es que me haga el sabiondo, pero estamos malogrando muchos chicos por desconocer las cargas de trabajo. ¡He dicho: Mosquera al Congreso!

Después se va a Talleres de Argentina…

Aún me debe plata el que me llevó. Allá el fútbol era muy físico. ¿Mi debut? Contra el mediocre este… ¿cómo se llama?... Maradona, jajajaja. Partidazo. Me compra Talleres porque Menotti tenía un amigo, Cayetano Rodríguez, y ya era campeón del mundo. Él me recomienda y Talleres decide ficharme. Hice goles importantes, y de ahí me compra Deportivo Cali.

Roberto Mosquera con el grupo campeón de Cristal en el 2012 (Foto: GEC)
Roberto Mosquera con el grupo campeón de Cristal en el 2012 (Foto: GEC)

¿Cómo fue tu paso por Deportivo Cali?

Yo dije: “¡Noooo!” Siempre quise conocer el cielo, y cuando llegué al aeropuerto no vi una sola fea. “De acá no me saca nadie”, pensé. Me recogieron, me llevaron a conocer la sede institucional y en una pared había un fotón de Valeriano López, Willy Barbadillo y mi tío Vides Mosquera.

Le pregunté a mi tío: “¿Cómo era convivir con Valeriano López?” Me respondió: “Uy, ese era bravo. No se podía tomar con él… se pasaba tres días sin sacarse los zapatos”.Vides era tranquilo, zanahoria. Me decía que salía poco con los chicos.

Me fue bien, lo único que me dolió fue que no me prestaron para el Mundial del 82. No me dieron permiso. Dijeron: “Hemos pagado mucho por él, acá el campeonato no para”.Yo debí hacer la de Sotil, pero soy criado de otra manera. Fui ‘lorna’. Debí comprar mi pasaje, ir y pelearle el puesto a Barbadillo.

¿Y cuándo empezaste a reflexionar sobre eso?

Con el tiempo. Ese Mundial lo vi llorando. Me dolía. Miraba los partidos y se me caían las lágrimas.

En el 85 pasas a Once Caldas. ¿Cómo fue esa etapa?

Ahí jugó Fano. Me fue bien, aunque estuve poco tiempo. Ya había nacido Karla, que hoy es jefa de abordo en una aerolínea. Luego llegó Jimena, que trabaja en un banco desde hace años. Tatiana estudió marketing. Roberto, que estudia periodismo deportivo, me dio tres nietas. Karla me dio mi primer nieto hombre.

La última es Fabiana, se acaba de graduar en Toulouse Lautrec. Me dijo: “Papá, necesito una Mac”. “Mañana te la compro”, le respondí. ¡Costaba 2,500 dólares! Tuve que empeñar el reloj. Gracias a Dios, todos son profesionales.

Profe, y esa “competencia” que le salió en Ecuador…

¡Segundo Castillo! Qué personalidad tiene ese hombre. Me han hecho trizas. Casi lo llamo para pedirle que pare, jajajaja. Me gusta porque él se siente bien.Su esposa es la que le diseña los trajes. Yo debí llamarla a ella. No todos aceptan la forma en que uno se viste. No sé cómo lo ven los jugadores en su grupo, pero nunca he notado que distraiga. Eso sí, los colores… parece que ha comprado ropa en el Palacio de la Risa.

DT posa con su trofeo a mejor entrenador de la LIga 1 (Foto: GEC)
DT posa con su trofeo a mejor entrenador de la LIga 1 (Foto: GEC)

Después pasa a San Agustín y sale campeón. ¿Quién estaba allí?

Estaba Jaime Duarte. Luego llegaron Roberto Martínez y Chemo del Solar. Alternaron con nosotros. Les dimos buen ejemplo de lo que era un equipo. Éramos los líderes.Primero dimos la vuelta con San Agustín en el Estadio Nacional ante los Potrillos. Luego di la vuelta con Binacional en Matute.Recuerdo ese partido con Binacional: 35 mil negros… 30 mil eran mi familia y cinco blancos que me mentaron la madre todo el partido. ¡Mi mamita está en el cielo!

Campeonó con Binacional, una historia inolvidable…

Sí. Estaba en Bolivia con Royal Pari. Primero me pagaban en dólares, después en pesos. Tenía que cambiar en el mercado negro. “Mi contrato está en dólares”, les dije. En ese momento me llama Binacional.

Pagué 150 dólares a una empresa para que haga una proyección y nos diga con cuántos puntos podíamos campeonar. Tenían siete partidos sin ganar. A la media hora me dijeron: “Primero tienes que ganar seis partidos en el llano y todos los de la altura”.De los seis en el llano, ganamos cinco, solo perdimos con Boys. Ganamos en Moyobamba, a Cristal, y a Alianza 4-1. ¡Y dimos la vuelta!

¿Cuál es su discurso antes de empezar una pretemporada para convencer a sus guerreros?

Les pregunto: ¿Cuántos han campeonado? Uno levantó la mano: “Copa de la Amistad”. Oye, pedazo de... Los dos backs eran de Copa Perú. Trabajamos bien, te lo juro. Pero pasó lo de Juan Pablo Vergara...

¿Eso fue duro profesor?

¿Tú sabes lo que es no conocer a tu papá? Su niño estaba en brazos. A las autoridades no les interesa lo que pasa en Juliaca. No había una resonancia en el hospital. Él se hunde el timón en el abdomen. Yo llego a la clínica y le pregunto cómo está. Me dice: “Tengo un dolor acá.”

Reuní a mi comando técnico. Éramos seis. “Tenemos que estar seis horas cada uno con él.” Empecé yo hasta la 1 a.m. Antes de irme le pregunté al doctor por la resonancia. Me dice: “Solo en Arequipa, a tres horas. No llega.”

Roberto Mosquera muestra la medalla del título con Binacional conseguido en Matute (foto: GEC)
Roberto Mosquera muestra la medalla del título con Binacional conseguido en Matute (foto: GEC)

Me fui a mi casa, y me llaman: había fallecido. He tenido muchas pérdidas, pero esa me dolió. Miñán miraba a la familia y decía: “Esa pudo ser la mía.” Es lo más terrible que viví. Pero yo era el líder, no podía claudicar. Alguien tiene que hacerse cargo.

No campeonamos por él. No lo utilicé como bandera, porque ya habíamos ganado 4-1. Alianza Lima necesitaba meternos tres. No puso ni a Cruzado ni a Arroé. Si los ponían, quizá nos metían cuatro. Pero bueno, esa forma de jugar que hoy promueve Alianza Lima… con la que no estoy de acuerdo. ¿Qué hacemos entonces con Cueto, ‘Pitín’ Zegarra y Babalú Martínez?

¿Cómo fue su temporada en el Cúcuta de Colombia?

Difícil. Los narcos ya controlaban varios equipos. Estaba con Cueto y La Rosa. Yo no sabía que llegarían. Íbamos cuartos y empezamos a exigir nuestro pago. Entra Guillermo y sale pálido. César me codea: “Anda tú.”

Entro, y le digo: “Señor, quiero saber cuándo me van a pagar.” Saca un ‘chumbo’ (pistola) y lo pone sobre la mesa. “No, señor quería decirle si me puede darmis pasajes de regreso a Lima.” Me responde: “Ok, déjeme verlo con el gerente.” “Gracias, señor.” Salí y le dije a César: “¡Vamos, vamos!”

Luego regresa a San Agustín…

Sí, en el ‘89. Llego como capitán, con 32 años. Jugué bien. En un partido con Octavio Espinoza en Ica hice tres goles y ganamos 4-1. El martes no tuve ganas de entrenar, algo raro en mí. Le dije a mi esposa: “No quiero ir.” Me respondió: “¿Cómo, si hiciste tres goles y eres el goleador?”

Fui donde el Padre Cesario. Le dije: “Ya no quiero jugar más.” Me habían dado una prima de 10 mil dólares. Se la puse en la mesa. Me devolvió 5 mil: “Esto por el campeonato del ‘86. Toma, capitán.”

¿Ese fue el único título de San Agustín?

Sí. Luego se desarmó el equipo. El que pagaba explotó una ‘cocina’ en San Borja. Me dijo: “Te pagamos lo mismo que en Colombia.” “¡Vamos!”, dije. Cuando explotó entendí todo. Se fueron ‘para dentro’.

Mosquera recibe a Paolo Guerrero en César Vallejo (Foto: @UCV)
Mosquera recibe a Paolo Guerrero en César Vallejo (Foto: @UCV)

¿Jugó en Lawn Tennis?

Sí. Mi hijo me dice: “Zambo, ¿jugaste en Segunda?” Yo le dije que solo jugaba en Primera. Postulé a ESEFUL y quedé segundo. Me llama don Miguel Pelny: “¿No quieres jugar en Segunda?” Cinco partidos. Le pedí 800 dólares por partido. Me dice: “Cerrado.” Hice cinco goles en cinco partidos.“¿No se queda?” “No, ya estoy estudiando para DT.” No subieron a Primera.

¿Qué recuerda de su paso por la selección?

Un reto grande. Todos mis ídolos estaban ahí. En el ‘70 yo tenía 11 años. Doce años después estaba en la selección con Héctor Chumpitaz. Llegabas cinco minutos tarde y te decía: “¿Perdón?” “Sí, tío. Disculpe…” “Yo llego a las 6:30. Usted debería estar aquí a las 6.”

Aprendí mucho. Oblitas, Percy Rojas, Cachito Ramírez, Sotil. Nunca lo vi a Sotil llegar tarde o borracho. De repente tomaba, pero respetaba la selección. Los más rápidos en subir fuimos Jaime y yo.

Calderón me dijo: “Pesas 56 kilos mojado, seco estás en 50. Te doy seis partidos. Luego vuelve Muñante y si eres tan bueno, pelea el puesto.” Hice cinco goles y me quedé.

¿Cómo le fue con ese reto?

Jugué con Teófilo, mi ídolo. Le hicimos goles a los ‘funebreros’. Uno de cabeza mío, otro de penal suyo. Dios me premió. Me dijo: “¿Estás en la universidad?” “No, tío.” “Yo estudio Ciencias Económicas. Entra tú también.” Y entré. Era gente que te hacía crecer.

¿Y cómo subió de peso?

El doctor Jorge Alva me puso Deca-Durabolin cada 21 días. Ahora está prohibido, pero en ese tiempo no. Hacía pesas y comía bien. En la mesa estaban los gorditos, los normales y los que hacíamos propaganda al hambre. Yo y Jaime Duarte, ahí. Sotil me decía: “Tírame algo.” “No, tío. Usted está gordo.”

Subí a 62 kilos sin perder velocidad. Un capo. Estudió mi caso, con alimentación y musculación. Así llegué al Mundial.

A veces decían: “Ese es maricón.” No era. Si venía Panadero Díaz con 80 kilos y me chocaba dos veces, me sacaba del partido. Pero un día le saqué una pelota de taco y me dijo: “¡Hoy te mato!” Yo quería cambiar con Oblitas, pero no quería. Me mentó la madre, nomás.

¿Le costó dejar el fútbol?

No. Raro, ¿no? Por lo sano que era, podía jugar hasta los 35 o 37. Pero vi a varios que siguieron cuando no debían. Tenía miedo que me digan: “Anda vete, ya estás tío.” Tal vez fue eso. Nunca me puse a pensar por qué dejé de tener ganas. Pero lo sentí, y me fui.

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