Hasta que por fin el Ministerio Público abrió una investigación a la fiscal superior provisional Marita Barreto, la todopoderosa coordinadora del Equipo de Fiscales Contra la Corrupción en el Poder (Eficcop). Los cargos son graves: delito contra la administración pública (en la modalidad de revelación indebida de identidad) y rehusamiento o demora en el cumplimiento de actos funcionales.
A Barreto se le vino el mundo encima hace dos domingos cuando el reconocido periodista Carlos Paredes, jefe de la Unidad de Investigación del programa ‘Contracorriente’, dio a conocer públicamente que ella le había entregado información reservada. Al día siguiente, la personalidad impulsiva de Barreto la llevó a empeorar su situación: en una entrevista en RPP, negó los cargos y dijo, ante el asombro general, que Paredes era “colaborador de la Policía”.
El periodista respondió que tenía las pruebas de lo que afirmaba (un audio y el USB que le entregó Barreto con la información) y que la fiscal había cometido un delito: él era un testigo protegido en un caso de corrupción y su identidad jamás debía quedar expuesta. Allí empezó la caída de la autoridad.
Un sector de colegas que se creen ‘dueños de la verdad’ han criticado a Paredes por revelar la identidad de su fuente, es decir, de Marita Barreto. Él ha respondido que las circunstancias lo ameritaban, con lo cual coincide este columnista. El hecho de que el propio Ministerio Público haya abierto una investigación a dicha fiscal es la mejor evidencia.
Una cosa parecida me sucedió en el año 2004, cuando en la Unidad de Investigación de El Comercio investigaba al narcotraficante Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’. Una mujer llamada Zelideth Castillo, quien iba a testificar en la sala superior que juzgaba al narco, me dio una entrevista, grabada y filmada. Reveló que ella fue testigo de la entrega de US$ 1.5 millones que su pareja, otro poderoso narco, le dio a Zevallos para la compra de su primer avión de la compañía Aerocontinente.
El acuerdo con Castillo fue que la entrevista solo se publicaría después que declarara en el juicio. Pero el día que fue llamada a declarar dijo que no conocía a Zevallos y que jamás presenció la entrega de dinero. Lo que fue peor: afirmó que yo la había grabado subrepticiamente sin que ella se diera cuenta.
¿Qué había que hacer ante esa circunstancia con la fuente de información? Decidimos publicar la entrevista con fotos de la mujer tomadas durante el diálogo. Era obvio que el acuerdo se había terminado. Había mentido y lanzado una acusación falsa sobre mi actuar.
Días después, la propia sala le pidió al diario toda la entrevista grabada y filmada. Cuando Zevallos fue sentenciado por narcotráfico, los magistrados tomaron esa entrevista como una de las principales pruebas para condenarlo a 27 años de prisión. Ese es el poder de la prensa seria.
Volviendo a la actualidad, ¿saben quién investigará a Marita Barreto? La fiscal suprema Delia Espinoza. En el año 2015, Barreto le lanzó una acusación falsa para sacarla de un caso, y lo logró. Como dice aquel conocido refrán: “Todo da vueltas en esta vida”. Nos vemos el otro martes.
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