Mi amigo, el gigantón redactor ‘Barney’, llegó al restaurante por sus pallares con harta papada de chancho, tocino, arroz graneadito, un filete de perico encima y su jarra de carambola. “María, el túnel descubierto en Canto Grande por donde iban a fugar narcos de alto vuelo de un cártel mexicano, me hizo recordar cómo se fugaron de esta misma cárcel, ‘Castro Castro’, el lider del MRTA Víctor Polay Campos y 47 terroristas de su organización, la madrugada del 9 de julio de 1990.
Ellos estaban presos, acusados de asesinar a militares y empresarios secuestrados en las tétricas ‘cárceles del pueblo’. Paradójicamente, Víctor había sido amigo del presidente de entonces, Alan García. De jóvenes habían estudiado en París y su madre Otilia Polay fue muy amiga de la mamá de Alan, ‘Nita’, en las épocas ‘duras’ de la represión antiaprista del general Odría.
Por ello, sus hijos se inscribieron al aprismo de niños. En París vivieron la vida loca, cantaban rancheras, valses o huaynitos en restaurantes y pasaban una gorrita para las ‘colaboraciones’. Polay al regresar a Lima se radicalizaría ingresando a organizaciones de izquierda marxista y Alan se afianzaría como dirigente aprista.
El túnel ‘emerretista’ lo construyeron por los menos 30 ‘topos’ y tenía una dimensión exacta de 332 metros y estaba muy bien equipado con focos de 100 vatios cada seis metros y caños de agua cada veinte metros, además de tubos de desagüe. Lo que más enardeció a la opinión pública fue que los terroristas, al final del túnel, se tomaron fotos matándose de risa, como la novia de Polay, Sonia Luz Padilla, en el camión que los ayudó a fugar.
Al día siguiente, el presidente García fustigó diciendo que ‘hay mártires de la policía que han muerto en su lucha por capturar a los subversivos, pero hay gente que no tiene la calidad para mantenerlos presos’.
Sin embargo, Armando Castrillón, ex director de penales, culpó directamente al ministro del Interior, Agustín Mantilla, de haber ‘ayudado’ en la fuga a cambio de una suculenta bolsa de dólares sucios obtenidos por sus secuestros. Años después, Mantilla purgaría prisión por haber recibido miles de dólares de Vladimiro Montesinos.
Y para cerrar con las paradojas del destino, los túneles que escribieron una página de gloria entre los emerretistas, siete años después servirían para llevarlos a la tumba, cuando en una acción armada secuestraron a un grupo de militares, políticos, ministros y hasta al canciller de la República, Francisco Tudela, en la residencia del embajador del Japón.
Después de meses de cautiverio, el gobierno mandó a construir túneles para sorprender a los subversivos y rescatar a los rehenes. Es decir, los terroristas recibieron de su propia medicina”. Pucha, qué tales historias de túneles. Me voy, cuídense.