Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una parihuela de pescado con mariscos, arroz blanco para acompañar, rocotito y una chicha morada fresquecita. “María, fue impresionante el fervor con el que los peruanos recibieron al Papa Francisco, quien durante su visita abordó algunos de los más graves problemas que atraviesa nuestro país, para los cuales pidió solución. ¿Sus palabras caerán en saco roto o el Estado asumirá su responsabilidad y hará su trabajo? En Puerto Maldonado, el Sumo Pontífice pidió defender a los indígenas y a la Amazonía, que es destruida sin misericordia por miserables que se hacen ricos con el oro que extraen de manera ilegal. Los nativos, desesperados, pidieron la ayuda del Santo Padre para que interceda por ellos, pues están abandonados a su suerte, indefensos. Hasta ese momento, muchísima gente ni siquiera sabía que esos nativos también son peruanos y que su existencia está gravemente amenazada. Desde el 2012 han sido deforestadas más de 4 mil 440 hectáreas de bosques en la zona de amortiguamiento en Madre de Dios. Las imágenes de satélite de la catástrofe ambiental son impresionantes. Esos territorios parecen salidos de alguna escena de terror de una película apocalíptica.
Además, en esos lugares sin ley se da otro problema que el Papa señaló, y es la explotación de todo tipo que las mujeres padecen, especialmente adolescentes. Ellas son violadas, prostituidas, golpeadas y asesinadas, ante la indiferencia de la sociedad que parece haberse acostumbrado a esta tragedia. El Estado no asume su rol, mientras aumenta la corrupción de autoridades que se venden por dinero. El problema de la inseguridad y el sicariato en el norte del país también fue tratado por Francisco, quien indicó que los efectos de esa ‘tormenta’ son devastadores, pues impide a los jóvenes construir un futuro con dignidad. Pero los crímenes por encargo se perpetran en todo el país, sobre todo en Lima y el Callao. Y lo peor es que varios de estos asesinos son chicos de 14 o 15 años, que fueron reclutados y entrenados para matar muchas veces por sus propios familiares. En Trujillo, Francisco mostró su solidaridad con los afectados de El Niño Costero que, en gran número, siguen viviendo en las calles, pues hasta hoy no pueden reconstruir sus casas. Miles de peruanos en esa zona hoy son mucho más pobres que antes. Nuevamente, el Estado, este Gobierno, no tiene la adecuada reacción ante el sufrimiento de esos miles, incluidos niños pequeños, que lo perdieron todo. Ojalá que los corazones del presidente Kuczynski, de sus ministros y de otros funcionarios, así como de los congresistas, hayan sido tocados por Francisco, para que piensen más en los peruanos y se dediquen a trabajar de verdad”. Mi amigo Gary tiene razón. Me voy, cuídense.