El Chato Matta llegó al restaurante por un rico aguadito de pollo con limón y bastante rocotito molido. También se pidió una jarrita con agua de emoliente y hierbaluisa, y le puso hielo para curar la resaca. “María, perdóname, pero estoy que me quemo por dentro. El gran Pancholón me timbró el sábado para adelantar la Navidad y se puso un Cartavio XO.
Se jugó un partidazo con la Asociación de Abogados del Callao en el Telmo Carbajo y siempre repite sus famosas frases: ‘Esta noche la hacemos’, ‘dame que te doy’, ‘abre que voy’, ‘campeono en una’, ‘la pampa es para todos’, ‘se lo regalo’ y ‘partidor que parte a partidor tiene mil años de perdón...’.
‘Chatito —me dijo—, la vida es una sola. Se va este 2023 y la procesión va por dentro, si me pongo a pensar solo en lo malo que me pasó, me voy a deprimir. La vida continúa, ahora cuando voy a liquidar, me encierro en La Posada con la abogada tóxica o con la grandaza, mi ‘venequita’ que lleva su caramelito Halls negro, y dejo bien a los varones.
Ahora duermo con un ojo abierto y el otro cerrado. Por estas fechas me pongo triste y me deja muchas penas, pero tengo que luchar por mis hijos y mi viejita. No me gusta diciembre. Tengo el corazón de piedra, pero también late’.
‘Pancho —le dije—, pon algo de música para alegrar el ambiente’. Abrió la puerta de su camionetón negro, de lunas polarizadas, y puso salsa dura en la voz de uno de sus cantantes preferidos, el Cano Estremera, quien ya está cantando con Papalindo. ‘Yo, yo, yo creo que voy /solito a estar cuando me muera /he sido el incomprendido, /pero yo, yo, yo solo estaré y juraré que cuando muera /aun así con mis presagios pondré tu nombre a flor de labios y moriréeee’.
‘Chato —me confesó—, nunca pude hacer vida de casado. En las madrugadas tenía pesadillas, quería salir corriendo de la casa. Yo estoy podrido desde muy joven. Estoy enfermo del sexo. Hace un tiempo estaba por la avenida La Marina y me encontré otra vez con Jackie, quien fue mi primer amor de barrio, pero me engañó con el cholo con plata.
Ese romance dejó una huella en mí. Era guapa y andaba siempre con minifalda. Años después, cuando la volví a ver, ya era una señora de las cuatro décadas que todo lo tenía bien puesto. Salíamos con amigos y había varios abogados que me querían ‘partir’, pateaban debajo de la mesa, pero se iban de cara.
‘Panchito —me decía ella en La Posada—, cometí el gran error de mi vida. Fue mi mala cabeza, pero la vida da muchas vueltas y siento que podemos recuperar el tiempo perdido’. Yo me reía. Si me engañaste, ya fuiste. Yo no soy como esos sonsos que les ponen los cuernos y dicen ‘ha sido culpa mía’.
No seas malo. Eso no se perdona. Además, no creo en las mujeres que me ven después de veinte años y en una lloran y me quieren ‘comer el coco’.
Después de hacer el amor, me quedé dormido y soñé que Calulo me quería partir. Estoy mal de la cabeza, necesito un psiquiatra’”. Pucha, ese señor Pancholón se pasa de cochino y sinvergüenza, pero cuando sea viejo va a sufrir porque nadie lo va a amar de verdad. Terminará solo. Me voy, cuídense.
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