Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pollo al horno con ensalada rusa y arrocito graneado. Para tomar pidió una jarra de chicha morada. “María, el calor sube todos los días y nos envía derechito a la playa para refrescarnos un poco, aprovechando que los chicos están de vacaciones.
Lima está privilegiada porque tiene numerosas playas que son hermosas y bastante concurridas. La Costa Verde se llena con miles de veraneantes que buscan sol, mar y arena. Es la diversión más económica porque está en la misma ciudad. Solo hay que viajar en micro algunos minutos y llegas para darte un rico chapuzón. Lima es la única capital en Sudamérica que tiene mar, y eso es una bendición por la que estar agradecidos.
Lo negativo es que muchos no cuidan el medio ambiente. No solo llevan comida y bebidas alcohólicas, sino que al irse dejan toda la basura en la arena. Es como si uno fuera de visita a la casa de un amigo y dejara los desperdicios en el jardín.
Las autoridades deben poner más rigor en este tema, porque no hay derecho que algunos cochinos malogren la ciudad e impidan disfrutar a los demás de la arena y el mar. No es posible que al lado de donde los chicos juegan, haya borrachos tomando cerveza y hablando groserías. O que la gente coma y arroje los huesos en la arena, mientras otros solo quieren descansar bajo una sombrilla.
Esto solo se ve en el Perú. Por mi trabajo he tenido la oportunidad de ir a otras playas del mundo, como Salinas (Ecuador), Cartagena (Colombia), Viña del Mar (Chile), Cancún y Acapulco (México) y Mar del Plata, en Argentina, y no ocurre lo que se ve en Perú.
La gente allá solo se va a bañar o a retozar en la arena. Si tiene hambre se va a un restaurante. ¡Ay, del que ose llevar una olla de comida a la playa! Los botan de inmediato y les clavan una multaza. Hay mucho respeto y empatía con los demás. Esos son los ejemplos buenos de otros lugares que debemos imitar. Basta de convertir las playas en basureros. Más respeto, por favor. Algunos consejos:
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