Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una crema de verduras con su pancito tostado, un seco de pollo y, para tomar, jugo de maracuyá. “María, terrible lo que le pasó a un empresario extorsionado por la banda venezolana ‘El tren de Aragua’, cuya distribuidora de cervezas fue baleada por estos delincuentes extranjeros y uno de los proyectiles le impactó en el pulmón a su sobrino, de 19 años, quien recibía sus clases virtuales de Arquitectura de una universidad particular, en Ate.
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Lo sorprendente es que el comerciante reveló a la Policía que ya les había dado hasta diez veces dinero a esta gavilla de extorsionadores para que no atenten contra su negocio. Sin embargo, los hampones querían siempre más y más, y no paraban de ‘sangrarlo. ‘La última vez fueron veinte mil soles y al día siguiente vinieron con granada en mano a exigir cincuenta mil. Esta vez dispararon catorce veces a mi casa”, dijo apesadumbrado.
Que esto sirva de ejemplo a todos los empresarios o gente común que son extorsionados por diversas bandas: no entreguen nada y de inmediato denuncien a la Policía. Solo así los delincuentes se detendrán en sus pretensiones. Estoy furioso porque cada vez son más extranjeros los que matan, hieren, aterrorizan o roban a indefensos peruanos. Ya es hora de dejar de tratarlos con guantes blancos para no parecer xenófobos. No sé qué espera el gobierno para hacer una redada y expulsar a los delincuentes extranjeros a su país.
Que Nicolás Maduro, el dictadorzuelo del país del joropo, no nos exporte escoria. Yo aplaudo a los médicos venezolanos, a los economistas, especialistas en belleza, taxistas y carpinteros que han llegado a nuestro país a trabajar y contribuir con el Estado. Pero no puedo aceptar que gente foránea nos infunda terror. Hay barrios enteros, paraderos de mototaxis y mercados tomados por mafias de venezolanos.
Y esto a vista y paciencia de la Policía. El Congreso, en lugar de estar pensando en cómo chapar puestos importantes en esta nueva legislatura, debería dar leyes duras para expulsar a los hampones extranjeros. Y reforzar nuestras fronteras que actualmente parecen coladeras. No más ilegales e indocumentados.
Desde ahora que solo entren los que están con sus papeles en regla. Aquellos que desconozcan a la autoridad o son pillados, así sea por la mínima falta, deben irse en una del Perú. Suficiente tenemos con los rateros peruanos. No es posible que construyamos con nuestros impuestos más cárceles para albergar a los delincuentes foráneos o en pagar más policías, cuando ese dinero debería ir hacia la construcción de más escuelas y hospitales, o al abastecimiento de los comedores populares y ollas comunes”. Gary tiene razón. Los rateros extranjeros deben ser expulsados a su país. Aquí no los queremos. Me voy, cuídense.
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