Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pollito al horno con puré de papas y arroz. Para tomar pidió una jarrita de limonada. “María, acabo de leer una cifra preocupante. En el último año se han ido 400 mil peruanos hacia el exterior para no volver más. La mayoría son jóvenes y con estudios universitarios. Los destinos son variopintos, como Canadá, Europa, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. Se van porque aquí no encuentran oportunidades por más cartones que tengan. Además, en nuestro pais hay mucha inseguridad ciudadana, caos en el tránsito, inestabilidad política y corrupción. Una pena realmente. Porque el Perú, si sus habitantes quisieran, sería uno de los países más ricos del mundo.
Como dije en la columna de ayer, tenemos todo en esta bendecida tierra. Para empezar, mucha agua, el recurso por el que en el futuro las naciones se harán la guerra. En la selva hay ríos caudalosos y en el sur tenemos el lago Titicaca. Las entrañas del Perú albergan minerales, muchos aún no explotados por culpa de sediciosos o de mafias de mineros ilegales a los que no les conviene que la minería legal se asiente en esos lugares. También tenemos la selva amazónica, cuya mayor parte está no explorada y es el pulmón del planeta, ahora que se habla de la conservación y la polución. La costa desértica es rica en nutrientes para el agro.
Por eso, en los últimos 30 años han florecido agroindustrias que dan trabajo a cientos de miles de personas y con sus exportaciones traen divisas al Perú. Cuando uno sale de Lima, ya desde el norte chico se ven los inmensos sembríos regados por acueductos. También en toda la costa liberteña, lambayecana y piurana se ve este paisaje. Y poco a poco nuestras playas están siendo reconocidas a nivel mundial. Máncora y Punta Sal son ahora punto de llegada de miles de turistas, que gozan de la arena, el mar, la comida y la gente.
Con el desarrollo económico a inicios de los 90 y el aumento de la capacidad adquisitiva, los peruanos viajamos más al interior del Perú y hemos ido descubriendo su belleza. No todo es Machu Picchu y el Cusco. Puno, con su lago, los uros y su maravilloso folclor, es digno de visitarse. Lo mismo el valle del Mantaro, cuna de los nunca sometidos huancas, donde la pachacamanca, el cuy chactado y el huaylas son los reyes. Más allá está la selva central, con sus bellos paisajes, lagunas y ríos zigzagueantes. Y de Loreto y Ucayali ni qué decir. Es un hermoso e inmenso manto verde, salpicado de espejos de agua.
El sur del Perú es un caso especial. La señorial Arequipa, la segunda ciudad del Perú, es hermosa y está llena de gente pujante, orgullosa de sus campiñas y su volcán Misti, así como del cañón del Colca, más lindo que el Gran Cañón de Estados Unidos. Y la heroica Tacna, hasta donde hoy llegan cientos de chilenos para atenderse por excelentes médicos peruanos. ¡Que viva el Perú!”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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