Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un escabeche de bonito con arrocito graneado, huevo sancochado y rocoto molido. Para calmar la sed pidió una jarrita de naranjada fría. “María, fui a ver la película peruana ‘Vaguito’, sobre el perrito callejero cuyo dueño, un pescador, salió un día en su lancha como siempre lo hacía y no volvió más porque se ahogó en un naufragio. Desde ese instante, el noble can no ha dejado de esperar en la playa San Bartolo el regreso de su amo, al estilo de ‘Hachiko’, el perrito japonés del filme con Richard Gere.
La historia me hace reflexionar sobre cómo debemos tratar a todos los animales, en especial a nuestras mascotitas, que al llegar a casa se convierten en parte de la familia. Hay que darles amor, cuidados, comida y atención médica. Ellos se sienten parte de la familia y por eso reclaman entrar a la casa para estar cerca, para echarse a nuestro lado y jugar.
Repruebo a esa gente sin corazón que manda a los perritos a la azotea durante años, sin permitirles siquiera una salida a la calle. Allí pasan los días solos, sin amor y muchas veces bajo el frío o el excesivo calor. ¿Para qué quieren animalitos si los van a tener así, como si fueran un mueble viejo?
Las mascotas sienten, eso es innegable. Y aman con todo el corazón. ¿No les causa placer cuando llegamos a casa que los perritos nos hagan fiesta, ladrando de alegría, moviendo la cola y lamiéndonos? Debemos reflexionar.
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