Este Búho encuentra, a veces, pequeñas notas en los diarios que me parecen valiosas como información. Leo que un capo de la droga italiana, Franco Pompili, ‘El nono de la droga’, fue capturado hace unos días en una casa del Callao. Estaba buscado por todo el mundo y en nuestro país se dedicaba a reclutar burriers y enviar remesas a Europa. Incluso, se le vincula con la incautación de un cargamento de dos toneladas de cocaína peruana en un bote blindado en Brasil. Para la justicia es un ‘pez gordo’ y ahora será extraditado. ¿Cantará ante los jueces de su país? Recuerdo la captura del último gran capo de la mafia siciliana, Mateo Messina Denaro, ‘El Padrino’, quien fue buscado por treinta años. Sorprendió a todos cuando fue detenido a solo nueve kilómetros de su casa en Castelvetrano, desde donde seguía ejerciendo el mando de la organización criminal.
En la cárcel se le agravó el cáncer de colon que padecía y fue trasladado al hospital de la prisión de máxima seguridad de L’Aquila, donde permanecía recluido. Falleció a los 61 años sin arrepentirse de sus gravísimos crímenes y sin confesar a los magistrados los secretos de su extensa carrera criminal. Tal fue su convicción de marchar al más allá sin abrir la boca y delatar a sus cómplices en la mafia y las altas esferas del gobierno, la Policía y la política, que pidió que se le retirara la alimentación asistida para no seguir con vida y así evitar que lo hicieran confesar. Se llevó a la tumba las toneladas de información del archivo del ‘capo de capos’ Salvatore ‘Totò’ Riina, el asesino de los jueces ‘antimafia’. “Hablaré con ustedes, pero nunca colaboraré”, advirtió mientras lo enmarrocaron.
La Policía no lo veía desde 1988, cuando fue interrogado solo como testigo en la comisaría de Castelvetrano y aseguró que era un simple ‘campesino’. Increíblemente, nunca había estado recluido en una cárcel hasta su captura. Nadie se explicaba cómo pudo ‘desaparecer’ tanto tiempo. Desde hacía años se estrechaba el círculo sobre él. Su nombre generaba terror. En el momento del arresto, el mafioso ‘vestía ropa de lujo’, un abrigo marrón y un reloj valorado en 35 mil euros. Lo acusaban de ser el autor de cincuenta homicidios, incluidos mujeres y niños, y participó en los atentados contra los fiscales y jueces ‘antimafia’. Lo apodaban ‘U’Siccu’ (El Seco) o ‘Diabolik’, desde que en 1993 desapareció tras unas vacaciones en Toscana, cuando ya pesaban sobre él acusaciones y condenas por delitos de asociación mafiosa, atentados, robos, tenencia de explosivos y cerca de cincuenta homicidios. Un destacado empresario, Giuseppe Grigoli, llamado ‘El rey de los supermercados’ en Sicilia, fue arrestado en 2013 por sus vínculos con el capo. Le confiscaron 12 empresas y 700 millones de euros que conducían a Messina. Pero era solo una parte de los negocios del capo. Su fortuna también se extendía al sector inmobiliario en el norte de Italia, el sistema eléctrico en toda la isla de Sicilia y las apuestas online. La historia delictiva del ‘monstruo’ comenzó en su infancia, pues su padre fue un jefe mafioso que vivió en la clandestinidad ocho años. Perteneció a la época en la que los mafiosos comenzaron una escalada de atentados en los que fueron asesinados, entre otros, los jueces protagonistas del ‘Megajuicio antimafia’, Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que encarceló a 400 mafiosos y mandó a muchos de ellos a cadena perpetua. Entre sus crímenes más execrables se cuenta el de un niño de 13 años, hijo de un mafioso, al que disolvieron en ácido nítrico tras un secuestro de más de setecientos días para evitar que su padre colaborase con la justicia en el caso Falcone. Por esta atrocidad fue condenado a una de las seis cadenas perpetuas que pesaban en su contra. Messina Denaro nunca se casó ni estuvo rodeado de una familia tradicional. Su brazo derecho fue su siniestra hermana Patrizia, arrestada en 2013, y actualmente en prisión, condenada por asociación mafiosa. Ella lo representaba en las reuniones de los clanes y se ocupaba de gestionar las extorsiones. Su sobrino Francesco fue detenido el mismo año. Otra de sus hermanas, Rosalía, que nunca había estado involucrada en las investigaciones, también fue arrestada y acusada de gestionar la contabilidad del clan y de cubrir las necesidades económicas de su hermano durante la clandestinidad. Messina tuvo una hija, Lorenza Alagna, a la que al parecer nunca vio, y que hasta hace unos meses no llevó su apellido. La reconoció formalmente cuando estaba ya enfermo en prisión. Ella lo acompañó en el ocaso de su vida. Cínicamente, hasta el final negó haber pertenecido a la mafia. Apago el televisor.
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