Este Búho no se sorprende que por la tragedia del sumergible Titán, vuelva a ser popular la entrañable película ‘Titanic’ (1997) dirigida por James Cameron, con Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. La cinta con once nominaciones al Oscar, la más taquillera de la historia en su momento: 2 mil 220 millones de dólares, había sido ‘dada de baja’ hace meses por Netflix.
Solo se mantenía en Star. A raíz de la conmoción mundial por la tragedia del Titán con cinco aventureros que pagaron 250 mil dólares por cabeza, la plataforma anunció con bombos y platillos el regreso de la conmovedora historia de amor, intriga y denuncia social dentro del barco que se hundió y donde fallecieron mil 496 personas.
La historia de la niña rica, Ross DeWitt (Winslet) y el muchacho pobre (DiCaprio) volverá a la plataforma a partir del primero de julio a pedido de miles de usuarios. Pero definitivamente la tragedia del Titán tiene todos los elementos para convertirse en una futura película de Hollywood.
Inclusive el mismísimo director James Cameron, quien estuvo muy pendiente de la desaparición del sumergible, podría dirigirla. El guion tendría necesariamente que abarcar los meses previos al embarque de los infortunados pasajeros hacia las profundidades.
Hay historias increíbles sobre personajes que pudieron estar entre las víctimas y que por la diosa fortuna o su espíritu inconforme no abordaron la nave de la muerte. Uno de ellos es el empresario de marketing digital, el multimillonario británico Chris Brown.
¿Qué pasó? ¿Por qué renunció a viajar cuando muchos millonarios no lograron alcanzar un cupo aquel fin de semana fatal? Brown contó su increíble historia al diario inglés The Sun. La oferta para abordar el sumergible se había abierto a su selecta clientela en el 2018, antes de la pandemia. Junto con su mejor amigo, el magnate londinense Hamish Harding -una de las víctimas-, reservaron su lugar en el sumergible y abonaron anticipadamente el 10% del viaje en 2018, suma que equivalía a 25 mil dólares.
Brown y el explorador Harding bebían unas cervezas en la isla privada de Richard Branson, dueño del emporio musical Virgin, y durante la charla decidieron ir a visitar los restos del Titanic, y pagaron el adelanto requerido. Después que pasó la pandemia, les informaron que su cupo para viajar a 3 mil 800 metros en el fondo del mar helado estaba calendarizado para el 2023.
En abril Brown se trasladó hacia Bahamas para verificar cómo la empresa Ocean Gate Expidition preparaba el sumergible y lo que vio le hizo sentir desconfianza, sobre todo lo que tenía que ver con la seguridad y la tecnología. “Descubrí que utilizaban postes viejos de andamiaje para lastrar y darle estabilidad al sumergible y que sus controles los habían sacado de mandos de juegos de computadora”, declaró al periódico.
“Si la idea es construir tu propio submarino, para tu uso particular, probablemente puedes utilizar barras viejas de los andamios, improvisar piezas de mandos, pero se trataba de una nave comercial, cuyos pasajeros pagaban mucho dinero para viajar en una nave con piezas nuevas recién salidas de fábrica, no improvisadas”, enfatizó.
Otro de los puntos que encendieron sus alarmas tenía que ver con la mala iluminación del sumergible, los espacios demasiado reducidos y la posición de los propulsores, donde sobresalían unos cables, ‘que podrían engancharse en cualquier parte’. También se sintió inseguro al comprobar que el sumergible solo podía ser abierto desde la compuerta exterior.
“Esto no solo planteaba un problema con el suministro de oxígeno en la superficie, sino también es una preocupación de seguridad. ¿Quién nos abre la compuerta si estamos solos en la superficie?”.
Definitivamente Chris Brown no estaba convencido y no le gustaba para nada el diseño del Titán. “Creo que la empresa no tomó con seriedad extrema la construcción del sumergible, se tomaron demasiados atajos”, expresó. Tras realizar una breve inspección por dentro de la nave, el empresario envió un mail a Ocean Gate para solicitar algún tipo respuestas a sus inquietudes y que le extendieran una de certificación de seguridad.
Pero nadie le respondió. Como su reclamo no fue respondido, el empresario de 61 años decidió no viajar, sin imaginar que estaba salvando su vida de una tragedia fatal. Ese testimonio puede servir en una posible demanda que los familiares de las infortunadas víctimas puedan entablar contra la empresa Ocean Gate. Es probable que a partir de ahora el mundo vea solamente los restos del Titanic a través de la ficción del cine por Netflix y Star. Es más barato y sobre todo más seguro. Apago el televisor.
Contenido GEC