Este Búho ve con pena, una vez más, cómo cientos de venezolanos ilegales tratan de salir de Chile e ingresar a nuestro país, mientras nuestra Policía, como es lógico, se los impide. Mujeres con niños pequeños, ancianos y enfermos forman parte de ese grupo de gente intenta huir del país del sur, vía Tacna, luego de que el candidato de la ultraderecha y al parecer favorito para ganar la presidencia de Chile, José Antonio Kast, no deja de advertirles que se vayan con todas sus cosas porque cuando él llegue al poder los botará solo con la ropa que tengan puesta.
Uno de esos anuncios lo hizo en Arica, mostrando con gestos el camino hacia Tacna. Realmente es una falta de respeto que este personaje busque solucionar los problemas de su país mandando a todas esas personas al nuestro. A ver, cómo reaccionarían ellos si el Perú hiciera lo mismo. Por eso, está bien que se refuerce el control de nuestra frontera sur, pues ya no podemos recibir más ilegales.
Lamentablemente, con esa pobre gente que salió de Venezuela huyendo del hambre, la violencia y de la falta de libertades que ha provocado el chavismo, también están los más sanguinarios delincuentes, capaces de perpetrar atroces crímenes. A todo esto me pregunto: ¿Dónde está Nicolás Maduro, que no mueve un dedo para rescatar a sus compatriotas? Ese gobierno socialista y miserable, al que idolatra la izquierda peruana, es el causante de todo este patético espectáculo.
Son más de un millón seiscientos mil ‘chamos’ en el Perú y esto ya no se puede sostener porque no somos ningún país rico. Nuestros hospitales están desbordados. Los colegios, con todos sus graves problemas de infraestructura, en los que muchas veces falta hasta el agua, tampoco pueden con los cerca de doscientos mil escolares llaneros matriculados.
Claro que estos niños y adolescentes no tienen la culpa, pues son víctimas. Pero esta tremenda ola migratoria nos afecta seriamente. Esto debería servir de lección para esos ingenuos que creen en los discursos de la izquierda y comprueben todo el caos y la violencia que provocan los llamados ‘gobiernos del pueblo’, que en realidad están conformados por ignorantes, radicales, matones y los más grandes rateros.
El chavismo está atornillado en el poder desde 1999, con la llegada de Hugo Chávez y hoy con el dictador Maduro. A este impresentable no le importa que más de ocho millones de sus compatriotas hayan tenido que salir de su país y que la gran mayoría esté deambulando por América y el resto del mundo, sobreviviendo como pueden. Si tanto le importa su gente, como repite, por qué no manda vuelos humanitarios a Chile para recoger a sus compatriotas que la están pasando mal, los llevan a Venezuela y se ocupan de ellos.
El sinvergüenza mata de hambre a los venezolanos y no tiene empacho en provocar crisis migratorias en varios países, entre ellos el Perú. El socialismo es tan destructivo que a Venezuela, el país con las más grandes reservas mundiales de petróleo, la convirtieron de próspera y exitosa en una nación llena de miseria en la que solo viven bien los criminales en el poder y sus esbirros.
Esta Venezuela de hoy no es el país rico de hace años, con demócratas cabales, intelectuales y presidentes, como el recordado mandatario Rómulo Gallegos. Hace décadas abrió sus puertas a miles de inmigrantes que llegaban de Colombia, Ecuador o Perú, a labrarse un futuro mejor. Su democracia también posibilitó que los luchadores sociales y demócratas exiliados de las dictaduras militares de muchos países encontraran en la patria de Bolívar un lugar para seguir su pelea, en un ambiente de libertad. ¿Por qué lo tuvieron que joder?
Hambre, desabastecimiento, enfermedades, epidemias, escasez de comida, agua, luz, combustible y medicinas para los pobres, los que no tienen el carnet bolivariano. Para las hordas de paramilitares brutos y asesinos que disparan al pueblo hay ron, whisky, comida, armas y hasta drogas.
Millones de venezolanos que lloran en el exilio, lejos de su tierra y de sus seres queridos, por lo que Maduro y sus crueles criminales han hecho, rezan para que Trump acabe con esta pesadilla que va camino a cumplir treinta años. Apago el televisor.
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