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La vida oculta de Juan Gabriel

‘Juan Gabriel: Debo, puedo, quiero’ es un recorrido por la biografía del ‘Divo de Juárez’, con documentos audiovisuales que él mismo registró durante décadas
Juan Gabriel: Debo, puedo, quiero. (Foto: Netflix)

Este Búho aprovechó el fin de semana para hacer una maratón de la docuserie . Se trata de un recorrido por la biografía del ‘Divo de Juárez’, con documentos audiovisuales que él mismo registró durante décadas. Además, expone testimonios exclusivos de familiares y amigos.

Son cuatro episodios con bastante ‘carnecita’ que cuentan el nacimiento, el éxito y la caída de la estrella. Fue tanta su fama que su muerte impactó al mundo en 2016. No solo el presidente de México, Enrique Peña Nieto, se apresuró a ‘tuitear’ por la inmensa pérdida para la cultura popular mexicana, sino que el entonces mismísimo mandatario estadounidense Barack Obama le rindió un sentido homenaje, sosteniendo que la música del mexicano ‘sonaba a hogar’.

Pero, paradojas del destino, su infancia estuvo signada precisamente por todo lo contrario, como lo contó el cantante en diversas entrevistas. Nació como Alberto Aguilera Valadez, el 7 de enero de 1950, en Parácuaro, Michoacán. No era cierto que nació en Ciudad Juárez y el motivo de esa confusión es, más bien, siniestro. Su padre Gabriel Aguilera era campesino y lo apoyaba su esposa Victoria Valadez. Tenían diez hijos, siendo Albertito el menor.

La biografía oficial de Juan Gabriel sostiene que su papá, al querer quemar sus cultivos, como estilan los agricultores pobres, quemó los de sus vecinos y algunas casas. Desesperado, intentó suicidarse. Pero biógrafos independientes aseguran que el padre sufría de esquizofrenia e incendió a propósito su chacra.

Doña Victoria, asustada, temiendo que el próximo blanco del piromaníaco de su marido sea su choza, con toda la familia adentro, huyó de la casa con sus diez hijos y se asentó en Ciudad Juárez, que entonces no era el temible fortín de los sanguinarios cárteles de la droga.

Allí trabajó como empleada doméstica. Como no podía vivir con sus diez hijos en casa ajena, los dejaba en los domicilios de las vecinas, pero al pequeño Alberto, que necesitaba mayor cuidado, lo entregó a un orfelinato. Dicen que él nunca más volvió a ver a su madre, al menos hasta que se escapó del internado a los dieciséis años.

Del padre tampoco se supo mucho, al parecer murió en el manicomio, aunque algunos afirman que escapó. Juan Gabriel reconocía que esa época fue la más infeliz de su vida. Un niño en un lugar extraño, con otros chicos mayores que le hacían bullying. Solo recibió el cariño del herrero del instituto, Juan Contreras, quien además intentó inculcarle valores, pero sobre todo algo que sería lo más valioso de su existencia: le enseñó a tocar guitarra y a conocer las notas musicales.

Así, a los trece años compondría su primer tema ‘Muerte de un palomo’. Pero sigamos con su infancia. Una hermana mayor sí lo iba a visitar y lo quería como un hijo. Pero el pequeño Alberto no entendía por qué no se lo llevaba. Sufrió lo indecible cuando ella murió años después y fue a quien le dedicó su canción más emblemática: ‘Querida’.

Pero Juan Gabriel tenía un gran corazón. A pesar del distanciamiento de su madre, le dedicó una de sus canciones más hermosas: ‘Amor eterno’, y a su padre ‘De sol a sol’. Después de escapar del internado fue a vivir con su maestro Juancito y empezaron a vender artesanías como ambulantes.

Sin embargo, lo suyo era la canción. Para poder hacerse de una carrera debía conocer gente, así que buscó a su hermana que vendía pan con hot dog en la frontera y también se unió al coro de una iglesia. Allí, increíblemente, recibió la oportunidad por intermedio de unas ‘lolitas’ que hacían penitencia en el confesionario.

Al escucharlo cantar música celestial, ellas le propusieron que cante boleros y baladas en un garito donde ejercían el oficio más antiguo del mundo. El night club se llamaba ‘Noa Noa’, que lustros después se haría inmortal por un tema bailable. Allí también, cuando no cantaba, tenía que lavar y planchar las ropas íntimas de las meretrices. Todo valía para cumplir su sueño de ser cantante.

Juan Gabriel siguió armándose de un catálogo de canciones propias y saltó al afamado Centro Cultural Malibú. Para eso se buscó un nombre artístico. El primero fue Adán Luna. Allí conoció a su primera ‘madrina’, la señora McCulley, quien lo apoyó incondicionalmente. Es difícil especificar el tipo de amor que sentía la dama por el chibolo cantante, porque hasta le propuso adoptarlo. Justo cuando estaba en el mejor momento para el arranque de su carrera, lo acusaron de robo y lo encerraron dieciocho meses en la cárcel.

Después se descubrió que la imputación fue falsa, pero le trajo algo bueno: Allí conoció a la cantante ‘La Prieta’, quien dio inicio a la carrera musical de Juan Gabriel al grabar la canción ‘Noche a noche’. Hay un lado oscuro que el intérprete de ‘Bésame siempre’ cuidó: su vida privada.

Tras su muerte, salieron a hablar antiguos amantes temas turbios y oscuros de su vida. Un asunto que Juan Gabriel siempre mantuvo a raya y que una vez, cuando un periodista metiche le preguntó sobre su sexualidad, supo torear con elegancia: ‘Lo que se ve no se pregunta, mijo’. La docuserie tiene material exclusivo e inédito. Se las recomiendo. Apago el televisor.

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