
En psicología clínica, soltar no se reduce a una decisión racional de dejar ir, sino que implica un trabajo terapéutico profundo con el sistema de apego.
Aferrarse a vínculos que ya no nutren responde muchas veces a apegos inseguros, donde la persona teme al abandono más que al sufrimiento en sí.
Este proceso activa memorias emocionales antiguas: figuras parentales inconsistentes, duelos no elaborados o traumas relacionales. Desde un enfoque integrativo, soltar requiere validar el dolor, identificar las creencias disfuncionales asociadas (‘sin él/ella no valgo’, ‘el amor duele’) y trabajar el conflicto intrapsíquico entre el deseo de vínculo y la necesidad de protección.

Se utilizan herramientas como la reestructuración cognitiva, el trabajo con el niño interior y técnicas de regulación emocional para fortalecer la autonomía afectiva.
Soltar no es cortar sin más, sino procesar, resignificar y reintegrar. No significa olvidar, sino dejar de cargar con lo que ya no tiene lugar en la nueva versión de uno mismo
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