
Una persona tiene en su organismo casi dos kilos de microorganismos —entre bacterias, hongos y otros—que desempeñan funciones indispensables y se encuentran desde antes de nacer en su cuerpo y se van modificando a lo largo de la vida.
En la mujer, uno de los principales asientos de estos microorganismos es la vagina, en donde el principal componente de la microbiota es el lactobacilo acidófilo.
Cuando este disminuye su nivel, ocasiona la aparición de infecciones por bacterias (vaginosis), parásitos (trichomoniasis) y micosis (candidiasis) a nivel vaginal, pero también puede provocar infecciones de las vías urinarias.
Esta microbiota desempeña, asimismo, un papel importante en el momento del nacimiento, ya que la diversidad de la microbiota futura cambia dependiendo si el parto fue por vía vaginal o cesárea.

La microbiota disminuye durante la menstruación, frente a la presencia de semen y por la depilación.
También por el uso de ropa muy ceñida, de tampones, de dispositivos intrauterinos, de antibióticos por otra infección o por higiene excesiva, sobre todo con jabones inadecuados.
La microbiota también disminuye por la falta de estrógenos.
La reposición se hace a través de la dieta o tomando estos elementos en cápsulas especialmente diseñadas para este fin o utilizándolos por vía vaginal (óvulos), evitando así la alteración del equilibrio vaginal.
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