Los relojes Rolex, la pulsera, los aretes y ahora el buzo de Los Simpson de la presidenta Dina Boluarte, los dichos de Salatiel Marrufo, la misteriosa desaparición de una laptop de la Diviac, la bronca entre el ministro del Interior y los defensores del coronel Harvey Colchado, el juicio de Keiko Fujimori, entre otros temas, acaparan la atención de la ciudadanía.
Mientras esto ocurre, el narcotráfico avanza inexorablemente en el país, aunque su descomunal avance no parece preocupar a las autoridades gubernamentales. La triste y alarmante noticia llegó el miércoles pasado desde el extranjero: somos, certificadamente, el segundo país productor de cocaína en el mundo entero. Solo nos supera Colombia y más atrás de nosotros está Bolivia.
Lo dijo la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). En un explosivo informe, dicho organismo sostiene que la producción de esa droga, en esos tres países, llegó a ¡2700 toneladas el año 2022, es decir, 20 % más que el año anterior! Es una cifra histórica, un récord mundial.
Como es obvio, si la producción de cocaína ha aumentado, lo mismo ha ocurrido con la cantidad de plantaciones de hoja de coca, el principal insumo para su elaboración: de 315,181 hectáreas en 2020 aumentó a 354,900 hectáreas en 2022.
“A nivel global, la oferta de cocaína está en fase expansiva, pero la demanda de cocaína también está en una fase expansiva, lo que hace que haya una especie de tormenta perfecta”, dice Leonardo Correa, funcionario UNODC.
Sin embargo, a ninguna autoridad peruana relevante, empezando por la presidenta Dina Boluarte, parece importarle el informe difundido y la advertencia que hace Correa. Todos han guardado silencio.
Los narcotraficantes, por el contrario, ya afinan sus planes para expandir su negocio ilícito. Según fuentes antidrogas, un objetivo clave será el megapuerto de Chancay, construido por la empresa china Cosco Shipping Ports, que empezará a operar desde noviembre próximo.
Se trata de una espectacular obra que traerá ingentes recursos económicos para el país y trabajo para miles de peruanos, pero también acarrea un peligro del que pocos hablan: se puede convertir en una puerta inmensa para que los narcotraficantes hagan sus envíos más directamente a países de Europa y Asia, en donde el precio de ese veneno se cuadriplica. No es ningún secreto que los embarcaderos son las principales vías que utilizan los narcos.
Chancay, hay que advertirlo, es un pueblo chico, tiene apenas una pequeña comisaría. Las mafias podrían tomar el control del lugar con dinero y amenazas, como ocurre en otros puertos, como el del Callao, Paita, Chimbote, por citar algunos.
Hay sucesos reales que confirman ese temor. En abril de este año, en el Callao se incautó un cargamento de seis toneladas de cocaína. Empero, esa espectacular cantidad es apenas el 10 por ciento de las 900 toneladas que salen anualmente del país, especialmente por los puertos.
El narcotráfico nos está ganando la guerra. Nos vemos el otro martes.
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