“Donald Trump tiene la personalidad de un alcohólico, sin serlo. Actúa con la convicción de que no hay nada que no pueda hacer. Nada, cero, nada”, dijo el miércoles pasado Susie Wiles, la jefa del gabinete del mandatario estadounidense. El mismo Trump señaló que tal descripción calzaba perfectamente con su personalidad: “Verán, yo no bebo. Todo el mundo lo sabe; pero a menudo he dicho que, si lo hiciera, tendría muchas posibilidades de ser alcohólico. Lo he dicho muchas veces sobre mí, sí”.
En efecto, quienes lo conocen sostienen que cuando Trump se propone algo lo consigue llegando al extremismo. Eleva al máximo la presión hasta obligar a su objetivo a negociar y aceptar las condiciones que él impone.
Tal es la estrategia que está aplicando contra el dictador venezolano Nicolás Maduro, cuyos últimos días estarían muy cerca. Primero hizo un gigantesco despliegue de la Armada en las aguas del Caribe, encabezada por el portaaviones USS Gerald Ford, el más grande y poderoso del mundo, y hace unos días puso en marcha un plan que afecta el corazón de la economía del gobierno chavista: ordenó el bloqueo total de los buques petroleros que entran y salen de Venezuela. Ese negocio es la principal fuente de ingresos de ese gobierno.
“El efecto directo es la falta absoluta de liquidez. Si no pueden vender petróleo, no tienen ingresos, y eso golpea de manera instantánea las finanzas del poder”, declaró a El Comercio el politólogo venezolano José Vicente Carrasquero.
El principal cliente de Venezuela es China, que ha consumido entre 400,000 y 740,000 barriles diarios de petróleo en los últimos meses. Esa cantidad representa el 80 por ciento del total de las exportaciones venezolanas de ese combustible.
El gobierno de Trump les ha puesto la puntería a 18 buques venezolanos cargados de petróleo que están sancionados. Los tiene bajo estricta vigilancia y evalúa su intervención cuando ingresen a aguas internacionales. Uno de ellos fue intervenido hace dos semanas en una acción que parecía extraída de una película de Netflix: medio centenar de marines abordaron el barco deslizándose en unas cuerdas desde varios helicópteros que rodearon la embarcación. El sábado se intervino otro similar.
El astuto Nicolás Maduro y su cúpula militar también tienen más de treinta buques petroleros conocidos como la ‘flota fantasma’. Así se les dice porque son difíciles de detectar. Los pilotos utilizan todas las artimañas posibles para no ser ubicados por los radares. Apagan o manipulan los sistemas de rastreo, ubicación e identificación de las naves.
Son unas viejas y gigantescas moles que pueden transportar entre 1 y 2 millones de barriles de crudo. Navegan en la clandestinidad con banderas e identidades falsas que alguna vez pertenecieron a barcos ya desaparecidos. En algunas oportunidades transportan el petróleo hasta lugares imposibles de detectar en donde lo transbordan a barcos que no tienen restricciones.
Con el bloqueo de sus barcos petroleros, la economía de Venezuela está herida de muerte. La caída del dictador Maduro está muy cerca. Nos vemos el otro martes.
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