Política

Historias Nunca Contadas: La maldición de los Fujimori

Keiko Fujimori nunca será presidenta. No lo merece por todo lo que ha hecho. Porque, como bien dice el refrán, el rencor obnubila la razón.
Kenji, Alberto y Keiko Fujimori
Kenji, Alberto y Keiko Fujimori

*Los artículos firmados y/o de opinión son de exclusiva responsabilidad de sus autores.

Lo que suceda hoy martes marcará para siempre la vida de Kenji Fujimori (43): una Sala Suprema resolverá si lo envía a prisión o lo absuelve del delito de tráfico de influencias, por el caso conocido como los ‘Mamaniaudios’.

Como se recordará, en marzo del 2018, cuando era congresista, el vástago de Alberto Fujimori fue filmado subrepticiamente, junto a otros dos fujimoristas más, por el parlamentario puneño Moisés Mamani. Ofrecía obras públicas, a cambio de que Mamani y otros congresistas que él convenciera, votaran en contra de la vacancia del entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien supuestamente avalaba esos favores.

Tres meses antes, en diciembre del 2017, Kenji también había salvado a PPK de un primer pedido de vacancia. En esa oportunidad, en agradecimiento, PPK indultó a su padre, quien estaba preso desde el 2007, aunque su libertad duró poco y volvió a prisión.

Más allá de lo que hoy ocurra, la responsable directa de la angustiante situación en que se encuentra Kenji es su propia hermana, Keiko Fujimori, la lideresa de Fuerza Popular y eterna candidata presidencial.

Según lo que se conoce hasta hoy, fue ella quien, al más puro estilo de su ‘Tío Vladi’, como llamaba de cariño al siniestro Vladimiro Montesinos, le tendió una trampa a su hermano. Lo mandó a grabar con Moisés Mamani, quien falleció hace unos años.

Todo fue estudiado al milímetro. Se escogió a Mamani porque reunía el perfil del infiltrado ideal: por su apariencia de provinciano poco culto y marginado ninguno de sus interlocutores podía sospechar que sería capaz de grabarlos. Se le colocó un ‘botón espía’ en su terno, aunque otros aseguran que se trató de un reloj que tenía un dispositivo de grabación.

Un hombre clave de esa operación, siempre según lo que se sabe, fue el entonces congresista fujimorista Daniel Salaverry. Recuerdo, como si fuera ayer, cuando en una conferencia de prensa presentó grandilocuentemente las siniestras filmaciones. Los videos tuvieron un efecto demoledor que obligó a PPK a renunciar.

A Kenji Fujimori se le abrió un proceso en el Congreso y fue desaforado. Paralelamente, el Poder Judicial formalizó una denuncia en su contra, la misma que concluye hoy.

¿Por qué Keiko le hizo esa maldad a su hermano? Nunca le perdonó que se aliara con PPK, pese a que Kenji lo hizo para obtener el indulto a favor de su padre. Su rencor y su torpeza política por no ganar la presidencia de la República la llevaron a cometer atropellos contra su propio hermano y su padre. Su rabia incontrolable hizo que mal utilizara la figura de la vacancia presidencial, que terminó con la salida de hasta tres presidentes y sumió al país en una crisis política y social que hasta hoy padecemos.

Keiko Fujimori nunca será presidenta. No lo merece por todo lo que ha hecho. Porque, como bien dice el refrán, el rencor obnubila la razón. Nos vemos el otro martes.

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