Mujeres maltratadas
Mujeres maltratadas

Por: Sonia Obregón

Nelly Villegas Palomino (68) dejó de creer en el amor a golpes. No recuerda cuándo empezó su calvario con el padre de sus cinco hijos, pero las humillaciones y maltratos fueron constantes. Con sus pocos recursos y en medio de sus desgracias, fundó en Lima un refugio temporal, donde cobija a las olvidadas, que como ella cargan sus sufrimientos y se arman de valor para enfrentarse a la vida.

“Él me llenó de hijos. Se dio cuenta un poco tarde del daño que me hizo”, dice la mujer de menuda estatura que no llega ni al metro 50. A los 10 años, huyó de su natal Ayacucho donde era víctima de los maltratos de su tía. Se refugió con su padre y su madrastra, luego con sus hermanas. Un día de invierno en plena madrugada, cuando tenía 14 años, la botaron a la calle y fue violada.

“Cuando tenía cinco meses me enteré que estaba embarazada. Hice un cuartito de cartones y plásticos y ahí vivía con mi bebé, pero al mes se me murió por neumonía”, cuenta la madre coraje entre lágrimas. Prefiere no recordar más, porque “es volver a vivirlo”. Al poco tiempo conoció al padre de sus hijos, se casó, pensó que por fin sería feliz, pero su infierno continuó.

Resistió patadas, jalones de cabello y humillaciones por sus pequeños, pero un día se armó de valor y dejó a su pareja. En el 2003, su hijo Óscar le regaló un terreno de 160 metros cuadrados, ubicado al pie de un cerro en el distrito de Chorrillos. Allí levantó un albergue para mujeres maltratadas, llamado Hogar de la Esperanza ‘Mamá Victoria’. “Son como mi espejo. Cada vez que las veo siento que soy yo pidiendo ayuda”, asegura Nelly, quien no terminó la primaria y aprendió a leer y escribir de manera autodidacta.

Su refugio es uno de los 49 que existen hasta la fecha en el Perú, según la Defensoría del Pueblo. En el 2013, había 47. Es decir, en seis años, solo aumentó en dos. Con el paso del tiempo, varios también han cerrado por falta de financiamiento y el poco apoyo del Estado. Ya no está el albergue ‘La Voz de la Mujer’ (la primera casa fundada a nivel nacional) en el distrito de Cercado de Lima. En la lista tampoco figura el que dirigía la afroperuana Delia Zamudio, en San Juan de Lurigancho; ni ‘Tierra Viva’ en Puente Piedra.

******** LA ESPERANZA

Un colorido portón de madera, con dibujos de árboles y un niño, da la bienvenida al Hogar de la Esperanza, donde ocho mujeres (seis de ellas madres con hijos) intentan acabar con sus historias de dolor. “El Estado no nos apoya. Yo solo les doy techo, alimentos no. Cada una se prepara su comida. Cuando tengo dinero, yo les doy. A veces voy con mi mochila a la casa de mis hijos para robarles un poco de leche y arroz para ellas”, dice riéndose como una niña cuando cuenta su travesura.

Además de un comedor con cocinas, pequeños cuartos con camas y techos de calima, su refugio alberga un jardín con flores y una pequeña biblioteca donde los niños y las niñas pasan sus días leyendo libros. Al lugar, que ha sido testigo del nacimiento de más de un bebé, han llegado personas de Lima, provincias hasta del extranjero. No hay un tiempo para que se queden. Se van cuando se sienten preparadas para partir.

El año pasado, Sara, quien escogió ese nombre para no ser reconocida, llegó a este lugar, sin dinero y solo con la ropa que tenía puesta. Escapó junto a sus hijos de tres y siete años de las garras de su pareja. Un día, el ‘señor’, como prefiere llamarlo, llegó ebrio a su casa. Bajó el cierre de su pantalón, le dio la media vuelta y la forzó a tener relaciones. “Yo no quería y me pegó muy duro”, cuenta la mujer de delgada figura, mientras abre la puerta de su habitación para que sus pequeños salgan y no escuchen la conversación.

Vivió ocho años con él y lo denunció hasta en dos oportunidades. “Una vez me quitó el celular porque vio llamadas de mis amigos. Se puso celoso y me tiró una patada en el estómago”, agrega y afirma que se siente más tranquila en el refugio, aunque su mirada aún refleje miedo. Al costado de su cama, está su menú del día: un pedazo de panetón y dos paquetes de galleta y de leche en polvo. “¿Qué va a ser de ella?, no tiene ni para comer. Su hija mayor está con su mamá en la casa de un familiar y la quieren botar”, comenta Nelly.

Junto a sus tres hijos, María comenzó hace dos años una nueva vida, sin golpes, aunque frente a sus compañeras, ella niega haber sido agredida. Cada vez que llega un periodista rechaza cualquier entrevista y pide que no le tomen fotos de su rostro. Unos años atrás, un canal de televisión la grabó y mostró su cara y sus datos personales en un reportaje. Su agresor la ubicó y casi termina masacrándola a puñetazos y patadas.

De manera esporádica, trabaja limpiando casas y cocinando para otros. Al igual que Sara y Maria, una de cada de tres mujeres peruanas han sufrido de violencia física alguna vez en su vida, de acuerdo a las cifras del (INEI). Además, entre enero y octubre del año pasado se registraron 363 casos de violencia contra la mujer o familiar en todo el país. Por su parte, en los diez primeros del 2017, el atendió 75 880 casos, 85 % relacionados a agresiones, y el mayor número se registró en Lima, seguido de Arequipa y Cusco.

****** CULTURA MACHISTA

Para la extitular del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Ana María Mendieta, la violencia contra las mujeres muchas veces se inicia en la infancia y tiene diferentes manifestaciones. La psicológica es la más común, le siguen la física, sexual y económica. La desigualdad en la que vivimos y la cultura machista, en la que se le atribuye el privilegio a los hombres, son las principales causas de este problema.

“Somos consideradas ciudadanas de segunda clase. Piensan que no tenemos los mismos derechos que los hombres, pese a que la ley dice lo contrario”, explica. Mendieta afirma que ha crecido el número de denuncias, pues cada vez más personas se atreven a hablar, aunque la cifra aún es baja. Del total de casos, solo el 29 % son denunciados. “No permiten protegerlas. No queremos que se conviertan en una estadística más del feminicidio”, dice. Este año, hasta la fecha, 118 mujeres ya han muerto en manos de sus agresores de forma brutal: asfixiadas, estranguladas, acuchilladas y baleadas. En el 2018, la cifra llegó a 93 en el cierre del mes de agosto.

Según Eliana Revollar, adjunta para los Derechos de la Mujer de la , muchas mujeres tienen que verse obligadas a dejar sus casas y terminar en un refugio, cuando el que debería irse es el agresor. “La mujer sufre doble violencia, una cuando la golpean y otra cuando la retiran de la casa. ¿Por qué no sacan al hombre?, ¿por qué tenemos que irnos nosotras?”, se queja doña Nelly.

Revollar y Mendieta coinciden en que la violencia es un problema público. Al Estado, la violencia le cuesta 6 % de su producto bruto interno. Tal vez por eso el presidente Martín Vizcarra en su primer mensaje a la nación en el año pasado se pronunció sobre el tema. “No podemos permanecer en silencio un minuto más ante la grave realidad de la violencia hacia las mujeres. Este no es un minuto de silencio, sino ¡un minuto para recordarlas y exigir justicia para ellas y sus familias!”, dijo aquella vez.

****** LEYES SIN JUSTICIA

De los diferentes tipos de maltrato, recién en el 2015 se reconoció como delito la violencia psicológica, que puede sancionarse —en el mejor de los casos— con 12 años de cárcel. El abogado penalista Roberto Miranda explica que antes no había un protocolo para medirla. Con la Ley 30364 se dividió en tres categorías: leve, moderada y grave. “Se evalúa los grados de humillación, de qué manera afectó en el autoestima, en conciliar el sueño y otros factores”, precisa.

En el caso de la violencia física, se castiga con una pena privativa de la libertad entre dos y seis años si las lesiones son leves y genera una incapacidad de trabajo de cero a 30 días. La pena aumenta entre ocho y 12 años si es grave, cuando dejan de asistir a sus labores más de 30 días. “Tiene que haber una fractura, una mutilación para que el médico legista lo califique como grave”, comenta. En el caso de la violencia sexual, las condenas pueden elevarse a no menos de 12 años ni más de 18 años, mientras que en la económica, las penas van entre uno y tres años.

Estos tipos de violencia pueden acabar en feminicidio y los castigos son más severos. Aunque las leyes son claras en las sanciones, el letrado critica que actualmente los fiscales se basan en el certificado médico legal y no en la prueba circunstancial, es decir en el contexto que se produjo el hecho, por eso muchos agresores no son juzgados como deberían. Inmediatamente menciona el caso de Arlette Contreras, la peruana símbolo de la violencia contra la mujer en el país, que sufrió una brutal agresión de su pareja y hasta ahora no encuentra justicia.

“Hubo un sesgo de los magistrados sobre su caso. En las imágenes se vio a un sujeto forzando a que esta señorita (Arlette) ingrese (al hotel), pero ella sale corriendo. Estaba huyendo de un peligro inminente. Hay varios momentos que no se quieren tomar en cuenta”, comenta Miranda. Agrega si el feminicidio es cometido con crueldad y ferocidad las condenas superan los 25 años y pueden llegar a cadena perpetua.

Pese a las políticas públicas, las leyes que no se cumplen en la práctica y los esfuerzos de los diferentes ministerios termina siendo poco o nada ante la ola de casos que registra el país. Doña Nelly lo sabe y quisiera que un día nuestro país esté hecho para Sara, María, para todas. Por eso se mantiene firme y sigue luchando por ellas. Muchos le dicen que desista, que sola no puede cambiar el mundo, pero siempre recuerda la frase que mandó a pintar en una de las paredes de su refugio: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.

CONSEJOS *Ante un caso de violencia, no dude en denunciar. Es gratuita y puede ser presentada de forma verbal o escrita ante la comisaría. *También puede acudir ante un Juzgado de Familia. Para hacer la denuncia no necesita la presencia de un abogado o abogada. *Si la policía se niega a recibir su denuncia, llame a la línea gratuita 1818, opción 3, del Ministerio del Interior. *Además, puede acudir a la Defensoría del Pueblo o llamar a la línea gratuita 0800-15-170. *Recuerde que están disponibles los Centros de Emergencia Mujer en las comisarías y hospitales.

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