La historia de Ashley Vargas, alférez de la Fuerza Aérea del Perú. Video: América

Hay personas que parecen hechas de una fibra distinta. Que caminan con propósito desde jóvenes, que miran el futuro sin miedo, que entienden el deber no como una carga sino como una forma de vida. Ashley Stacey Vargas Mendoza fue una de ellas. Nacida en Leymebamba, Chachapoyas, un rincón del Perú que huele a tierra húmeda y a memoria ancestral, la alférez creció sabiendo que quería algo más que mirar el cielo: quería conquistar su espacio en él.

Mira también:

Tenía apenas 24 años cuando la vida se apagó en pleno vuelo. Un accidente, una misión rutinaria, un mar inmenso que se tragó el misterio. Pero su historia es mucho más que una tragedia. Es una lección de disciplina, liderazgo y valor.

Desde pequeña, Ashley supo que destacarse no era una opción: era su naturaleza. Ingresó al COAR La Libertad, un semillero de talentos académicos, y brilló con luz propia. “Responsable, determinada, siempre un paso adelante”, dicen quienes la conocieron.

En 2018, cruzó las puertas de la Escuela de Oficiales de la FAP, y allí empezó su verdadera transformación. Su perfil era técnico, preciso, impecable. Estudiosa hasta la obsesión, pero también humana, creyente y empática. No tardó en ocupar el primer lugar, y lo mantuvo durante cinco años consecutivos.

En 2022, cuando le entregaron la Espada de Honor, el más alto galardón para un cadete, el momento quedó sellado en las fotografías: ella, con el rostro firme, la mirada serena, y la presidenta de la República colocando en sus manos el símbolo del deber cumplido.

Ashley Vargas fue espada de honor en su promoción en la Escuela de Oficiales de la FAP y la presidenta Dina Boluarte le entregó el distintivo.
Ashley Vargas fue espada de honor en su promoción en la Escuela de Oficiales de la FAP y la presidenta Dina Boluarte le entregó el distintivo.

No fue solo una gran alumna. Fue la tercera mujer en la historia de la FAP en ocupar el cargo de brigadier general de cadetes, el puesto más alto entre los oficiales en formación. Una posición ganada con esfuerzo, no con indulgencia. “Ashley imponía respeto con el ejemplo. No gritaba: inspiraba”, dijo un superior.

EL SILENCIO DEL MAR

El 20 de mayo de 2025, Ashley despegó desde la base aérea de Pisco en un vuelo de instrucción. Era su cuarto vuelo en solitario y uno de los últimos pasos para obtener su calificación definitiva como piloto militar. Volaba un KT-1P, una nave ágil, ideal para maniobras de entrenamiento. No hubo señales de alerta. Solo un último mensaje a torre, tranquilo, profesional.

Dos minutos después, se perdió todo contacto.

Comenzó entonces una búsqueda tan angustiante como rigurosa. Dieciséis días de operaciones combinadas entre la FAP y la Marina, patrulleras, buzos de salvamento, tecnología submarina. Se barrió el fondo marino. Se aferraron a cada indicio: su celular, que siguió activo hasta las 3 a.m.; el humo negro avistado por testigos; la sospecha de una falla en el sistema de eyección.

Ashley Vargas falleció a los 24 años durante una misión de instrucción en Pisco. (Foto: Andina)
Ashley Vargas falleció a los 24 años durante una misión de instrucción en Pisco. (Foto: Andina)

El hallazgo, finalmente, llegó. Su cuerpo fue encontrado aún sujeto al asiento eyectable, envuelto en el paracaídas. El mar, inmenso y silencioso, guardó su secreto demasiado tiempo.

Hoy, su familia exige respuestas. El abogado de los deudos ha denunciado fallas en los protocolos de localización. La Fuerza Aérea ha asegurado que la aeronave estaba en condiciones óptimas. La verdad —como suele pasar con el dolor— se encuentra atrapada entre el amor, la incertidumbre y la necesidad de justicia.

UNA ESTRELLA QUE NO SE APAGA

Pero más allá del accidente, más allá del dolor y las preguntas sin responder, Ashley Vargas se ha convertido en un símbolo. Su historia ya es parte del ADN institucional de la Fuerza Aérea del Perú, pero también del imaginario colectivo de un país que no siempre recuerda a sus mejores hijas.

Joven piloto junto a aeronave KTP, modelo que piloteaba cuando desapareció sobre el mar de Pisco. Foto: archivo familiar
Joven piloto junto a aeronave KTP, modelo que piloteaba cuando desapareció sobre el mar de Pisco. Foto: archivo familiar

Amaba a los animales. Rezaba antes de cada vuelo. Soñaba con liderar desde el aire, pero también con volver siempre a casa. Quienes compartieron aula o pista con ella coinciden en una cosa: tenía madera de líder, pero también un corazón enorme.

En cada imagen suya —con el uniforme impecable, la espada en alto, el sol sobre el casco— hay algo que trasciende. Un tipo de belleza que no se mide en rasgos, sino en convicciones. Ashley encarnó una versión heroica y moderna del servicio militar: profesional, sensible, implacablemente brillante.

Y aunque su vuelo haya terminado, su legado apenas comienza.

TE PUEDE INTERESAR

SOBRE EL AUTOR

Los periodistas de la Redacción Trome informamos con la verdad y de una manera diferente, siempre pensando en ti. Tenemos lo que debes saber para mejorar tu vida, tu día a día. Información importante, interesante y útil. Sobre el Perú y el mundo, en deportes, espectáculos, familia, política y más.

Contenido sugerido

Contenido GEC