Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una jalea de pescado y mariscos con ensalada de cebolla, tomate y limoncito, y para la sed una chicha morada fresquecita. “María, todos los días los peruanos somos víctimas de delincuentes que extorsionan, asaltan y asesinan con gran violencia.
Esta situación viene de hace varios años, pero en los últimos tiempos se ha vuelto insostenible. El Callao merece un punto aparte, pues allí las bandas criminales desatan matanzas por los lucrativos y sanguinarios negocios de la venta de drogas y el cobro de cupos.
Hasta chiquillos de 14 años o menos andan armados por las calles como en el viejo oeste y te matan porque no eres de su barrio o no les gustó la forma en que los miraste. Eso es herencia de autoridades corruptas que por años gobernaron el primer puerto aliadas con criminales a los que dieron armas de fuego para ‘controlar la violencia’.
¡Increíble! Esa pésima idea era tan ilógica como querer apagar un incendio arrojándole gasolina en lugar de agua. La verdad es que querían tener su propio cuerpo de seguridad armado. Todos nos preguntamos qué hace el gobierno para frenar esta ola delincuencial.
Ahora agarran de pretexto la mortal pandemia para decir que no pueden hacer mucho. Pero repito, este gravísimo problema viene de hace más de diez años. Solo queda rezar para que el próximo gobierno decida enfrentar a este flagelo con toda la fuerza del Estado. Mientras tanto, solo nos queda tomar precauciones para no ser asaltados o morir baleados:
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