El Chato Matta llegó al restaurante por un cebichito de corvinilla, arrocito con mariscos y su limonada al tiempo. “María, me llegó un mensaje de ‘wasap’ del gran Pancholón. ‘Chatito, tú eres mi hermano, debo confesarte algo muy íntimo. Tengo un roncito, Coca-Cola y hielo.
Tú sabes que se ha cumplido un año de que me salvé de la muerte. Estuve a un paso de terminar como mi ídolo Diego Armando Maradona. En cuidados intensivos y entubado. Abrí los ojos y esa luz blanca me hizo ver mi vida como una película.
Cometí un gran error al no contar con seguro médico y la cuenta de la clínica pasó los cien mil soles. El colon, la próstata, el corazón, los triglicéridos.
Más de treinta años de interminables amanecidas a puro ron, parándole la juerga, trago y la comida a tanto oportunista que se sentaba a mi lado y ahora estaba más solo y misio que el ‘Chavo del 8’.
Ya perdí la cuenta de las mujeres que pasaron por mi vida, de qué me sirvió alcanzar el récord de Julio Iglesias y Luis Miguel, si al final el amor de mi vida es mi madre. Te voy a dar las copias de mis memorias para que se las des a un escritor, puede ser Renato Cisneros, escribe bien ese muchacho.
Hasta un productor me llamó en ese tiempo para una serie de Netflix, pero no quiero hacer más daño a mi familia, aunque si me ofrecen un buen billete atraco en una. En mis años mozos cerraba las discotecas más ‘fichas’. Las chicas me decían el ‘gordito de los ojos verdes’, pero no era lo mío.
Yo soy barrio. Terminaba en la Máquina del Sabor de la avenida Venezuela. Nunca necesité meterle nada al trago para campeonar. Ni patán ni atorrante.
Por mi búnker desfilaron reinas de belleza, modelos y bailarinas. ¿Ahora de qué vale todo eso? Recuerdo claramente que estuve tirado en una cama y a mi costado solo había enfermeras.
¿Dónde estaban todos esos hinchas y ‘camarones’ que me pasaban? Botaba la plata que ganaba en la radio, miles de dólares. Lo peor es que mi compañera que me juró amor eterno nunca me visitó. Por eso ya está cremada y enterrada. Ya fue. Lo que me hizo me dolió más que la enfermedad y la cuentaza que tuve que pagar.
Chato, la vida te enseña, la mujer que vale, así como está contigo en los cruceros por Miami y hoteles cinco estrellas, cuando estás postrado en una cama, si te ama, tiene que limpiarte el popó, alcanzarte el papagayo y dormir en un sillón a tu costado. No estar haciendo números a ver si te mueres.
Mi única satisfacción y lo que me levantó de la cama es ver a mis viejitos y a mis hijos preocupados por mi salud. Alucina que ‘Mazamorrita’ me llevaba mi sopita wantán. Ahora soy otro hombre, sigo conociendo a la venezolana Camuchita, ahí me puedo plantar’”. Pucha, ese señor Pancholón es un caso. Me voy, cuídense.