El Chato Matta llegó al restaurante y se llevó un sabroso combinado de cebiche de corvinilla con chicharrón de pescado, yuquita, salsa criolla y ají limo. “María, te conté la semana pasada que llegó a mi ‘face’ una solicitud de amistad que me dejó sorprendido.
Era de Yesabel, la pucallpina blancona de ojos verdes. Una mujer bella, intensa, de armas tomar y muy calculadora. Tenía una vida cómoda con un político aprista corrupto que manejaba un billetón, quien trabajaba en provincias, que hasta le puso departamento en San Borja y la mantenía junto a su hija.
Y también me tenía a mí como ‘su amante bandido’, misma canción de Miguel Bosé. La pasábamos de lo lindo, porque me quedaba una semana en el ‘depa’, hasta usaba las batas del viejo y consumíamos las tardes tomando ‘chelitas’ en el almuerzo, vinito en la noche y escuchando rock de los 80.
Se ponía a chatear todo el día cuando yo no estaba. Pero no chateaba por gusto, era experta. Ella mandaba sus fotos en hilo dental, su cuerpazo era natural, sin fotoshop, sin hacer los trucos de Sheyla y otras chicas. Estaba en búsqueda de marido europeo.
Hasta que una vez me dijo: ‘Chato, ya picó el anzuelo un pez gordo, hazme el amor por última vez, es administrador del puerto de Cádiz, está loco por mí, me está mandando los papeles para casarnos por poder y me voy con mi hija. El ‘chaval’ tiene 25 añitos y se creyó mi cuento de que soy viuda y que mi marido murió en el terremoto de Pisco'.
Así que un día se fue, sin decirle nada a nadie. Llegué al depa y vi al tío, sentado en la puerta, llorando. Solapa, me seguí de largo. Una noche en que salí de rumba con Pancholón y las ‘terribles del Callao’ llegué movido a casa y le escribí a su correo.
Me respondió: ‘Chato, no seas imprudente, fuiste lo mejor que me pasó en Perú, pero no quiero que ninguna comunicación de mi país pueda comprometer mi situación. Aquí soy feliz, hasta el jardinero es guapo como Antonio Banderas. No me llames más, por favor’.
Me hizo sentir como una zapatilla vieja. Y después de años me escribió diciendo: ‘Llego en un vuelo humanitario. Quiero verte, dame tu número de celular, yo te llamo. Urgente’. La carne es débil y la recogí en el aeropuerto, y de frente nos fuimos a Lince a hacer la de Charly García, ‘demoler hoteles’. Era un volcán en llamas.
Después de sacarme el jugo, me hizo una proposición alucinante: ‘Amor, en Cádiz cometí locuras, el ‘chaval’ era bueno, pero en la intimidad no me hacía ni cosquillas. Tú conoces mis debilidades, sus amigos del trabajo, los vecinos, me miraban con lujuria y empecé a ‘sacarle la vuelta’.
Él nunca se dio cuenta de nada, pero las odiosas de sus hermanas sí, y contrataron un detective privado que me grabó varias veces infraganti con su amigo del trabajo en un hotel . El ‘chaval’ me botó de la casa. Pero yo no soy sonsa, trabajo en las noches en un night club lujoso en los bares del puerto.
Te quiero a ti conmigo, ‘mi amante bandido’ de toda la vida. Vámonos a España, allá es otro mundo'. Al toque recordé los sabios consejos de mi hermano ‘Pancholón’: ‘Chato, esa mujer es mala vibra, deja bien a los varones por última vez y arráncate en una. Te voy a presentar a una ‘gatita de la cumbia’. Me levanté, me duché, vestí y le dije adiós para siempre”. Pucha, de la que se salvó el chato por meterse con locas. Me voy, cuídense.