Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante muy apenado. “María, me llamó mi amigo del Colegio de Periodistas, el bravo editor y poeta Fernando Obregón: ‘Gary, te voy a dar una noticia que te va a doler. Nos acabamos de enterar que ha muerto nuestro colega Agustín Sánchez Carhuapoma, conocido nacional e internacionalmente como ‘Cigarrito’…
Amiga, la noticia me dejó en shock. Compartí con Agustín en aquella entrañable redacción del diario ‘Página Libre’, donde ‘Cigarrito’ era el principal ‘tigre’ de política e ingresaba a Palacio de Gobierno como en su casa, para almorzar con el presidente del partido de la estrella.
‘Gary, me contó una vez, que cuando llegaba a Palacio siempre se encontraba con el ‘Zambo’ Cavero. El ‘presi’ mandaba a comprar almuerzos criollos del restaurante ‘El rincón que no conoces’ y abría una botellita de pisco o ron. Después de esos almuerzos regresaba al diario medio movido, pero a punta de tazas de cafés cargados armaba su página de política con tremendas ‘pepas’ que le lograba sacaba al mandatario.
‘Él creía que me iba a jalar la lengua, pero yo se la sacaba a él’. También su delgada figura se deslizaba por todos los recovecos del Congreso. Cuando ya tenía todas las ‘carnecitas’ que le filtraban sus amigos congresistas, lo seducían los olores que llegaban del restaurante ‘La buena muerte’. Y pensaba que si enrumbaba a San Isidro, a escribir las notas, se perdería esas fuentes de cebiche y sudados con cantidades navegables de cerveza. Así que inauguró una manera, antes de que hubiera internet y correos electrónicos, de mandar sus notas.
Enamoraba a las secretarias de los congresistas, escribía sus notas en máquina eléctrica y las mandaba por fax de las oficinas. Y luego se perdía en los huariques de Barrios Altos, y la seguía en ‘Las Pancitas’, la desaparecida picantería del jirón Quilca donde se encontraba con los periodistas veteranos de El Comercio, La República y La Prensa.
El inmenso director, el ‘gringo’ Thorndike, le puso la chapa no solo porque le gorreaba cigarros mañana, tarde y noche, sino porque decía: ‘Agustín es tan flaco, igual de frente y de perfil, sin trasero, parece un cigarrito’.
Se lo dijo en confidencia al gran Carlos ‘Chino’ Domínguez, el extraordinario fotógrafo, que salió y justo se encontró con Agustín en el comedor repleto. Agustín, con su voz aguda, le dijo: ‘Chino, tengo una entrevista con el ministro’. El ‘Chino’, cachaciento, le respondió gritando: ‘Claro... Cigarrito’. Todo el comedor se mató de risa y ese mediodía murió Agustín y nació ‘Cigarrito’.
Los últimos años de su actividad profesional los desarrolló en Ecuador y luego en la selva de nuestro país. Hubo un ‘run run’ que decía que murió de coronavirus. Pero la verdad, según me contó su hermana, falleció de un trágico accidente doméstico al caerse de la escalera de un segundo piso.
Había llegado a Arequipa para recibir el Año Nuevo con sus hermanos. La última vez que estuvo en Lima, almorzamos y mandó un consejo a los jóvenes periodistas: ‘Sean independientes y aléjense del poder, yo me equivoque y pagué. Ah, y guarden pan para mayo’. Se nos fue un periodista buena onda, intenso y bohemio empedernido”. Pucha, qué pena. Me voy triste, cuídense.