La Seño María

El Chato plantado

El Chato Matta continúa su relación con Sammy, una chica de buenos sentimientos y que lo quiere de verdad
La nueva pareja del Chato Matta conoció una chica que lo quiere de verdad.

El Chato Matta llegó al restaurante bien cambiadito y me dio una gran alegría verlo. Seguía renegando por la derrota de la selección ante Chile y se le pasó cuando le serví uno de sus platos favoritos: chanfainita con arroz blanco graneadito, ajicito molido y una jarrita de chicha morada al tiempo.

“María, los años no pasan en vano, gracias a Dios estoy sano y fuerte, pero en la vida todo en exceso te llega a cansar. Ya no salgo con cualquiera y con los años te vuelves más sabio. Soy diferente a mi hermano Pancholón, que le va a todo lo que se mueve. El gordito es incansable y morirá mujeriego.

Recuerdo cuando yo me iba a casar con la italiana, Pancholón me advertía: ‘Chato, no seas malo, tú eres barrio, callejero, tu vida con esa mujer va a ser un infierno. En Europa, la vida es diferente, ella va a trabajar todo el día y tú vas a cocinar y cuidar la casa. La vida es una sola, abre que voy...’.

Terminé por teléfono con una buena mujer y paraba de juerga con el abogado. Acabábamos en La Posada con diferentes traviesas. Pero todo cansa. El mismo Pancholón anda medio asustado. Ahora cualquiera te puede grabar. Ellas también te graban, imprimen mensajes de ‘wasap’ y te arman un ‘file’ completito. Si quieres ‘abrirte’ de la relación y no seguir dándoles sus caprichitos, mandan el archivo completo a tu casa.

A la mujer del vecino de Pancho, una ‘venequita’ le envió fotos, videos y mensajes de texto que tenía con el tramposo, gerente de una fábrica de golosinas. La esposa lo botó de la casa, y lo peor es que con esas pruebas ella se ha buscado un abogado ‘rataza’ y se va a quedar con la casa, el carro y la mitad de su sueldo, porque tienen dos hijos en el colegio.

María, te cuento que sigo saliendo con una chica que trabaja en una empresa grande y en la noche estudia Informática por Zoom en una conocida universidad. A veces se parece a mi mamá. ‘Chatito, tienes a tus hijos que ya entran a una edad difícil. No puedes seguir portándote como un chiquillo. ¿Qué ejemplo les vas a dar?’, me encaró.

Pucha, esta chica me sorprende. Sammy, así se llama, es muy madura para sus treinta años. Tiene detalles que me sacan del cuadro. La vez pasada me invitó a comer pollito a la brasa, porque había cobrado, y antes de irse al tocador, me dejó un papelito.

Era un poemita: ‘Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca. Tú los conoces bien, son besos míos inventados por mí, para tu boca’. ‘Amorcito -me dijo cuando regresó-, cómo quisiera haberlo escrito para ti, pero son de la poetisa chilena Gabriela Mistral’. Pucha, María, esa chica tiene buenos sentimientos y siento que me quiere de verdad. A mí también me gusta.

En una cosa sí se pone brava: ‘No me menciones a ese cochino de Pancholón, es un sinvergüenza’. Tiene razón, el maestro no pierde el tiempo y sigue con sus sacaditas de lengua, pataditas debajo de la mesa y siempre muestra su tarjeta de abogado y ofrece servicios gratuitos a las chicas, sean solteras o casadas”.

Qué bien que el Chatito haya encontrado a una buena mujer. Ojalá que siente cabeza de una vez porque si sigue así, se va a quedar solo. Me voy, cuídense.


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