El Chato Matta llegó al restaurante por un seco de cabrito de leche con frejoles y papada de chancho, arroz blanco graneadito y su jarra de limonada con hierba luisa heladita. “María, justo recibí la llamada de mi hermano Pancholón, amo y señor de la noche, del dame que te doy y las pataditas debajo de la mesa. ‘Chato- me gritó- no seas palta. Vámonos el miércoles de campamento a Paracas, mi camioneta está lista y ya aseguré a dos hermosas ‘chamitas’ que son unas ricuras’. Cuando Pancho colgó, recordé cómo perdí a mi gran amor, Danita, por culpa de un campamento de ‘Semana Diabla’.
Ella era una gran mujer que me amaba y era fiel. Ya teníamos tres años de enamorados, pero me empezó a picar el ‘bichito’ de la tramposería, por culpa de Pancholón que andaba con unas más terribles que la ‘Tombita’, que estudiaban Turismo en la San Martín, donde el gordito estudiaba Derecho. ‘Chato, nos vamos con las chicas a ‘El ataud’, en el kilómetro 115 de la Panamericana Sur. Una playa caleta que no se ve desde la carretera. Marilú se regala contigo, ya se apuntó. Al toque Pancho compró rones y una trepadora cachina de dudosa procedencia. Recuerdo que Danita y mi grupo organizaban un viaje a Tarma. Yo no sabía cómo escaparme y decidí buscarle bronca. ‘Eres una celosa, no me dejas respirar. Es mejor que terminemos y pensemos bien sobre nuestra relación’. Como orgullosa que era, sabía que había algo más, pero se quedó callada y no me dijo nada sobre la mala influencia del gordito mujeriego. Me sentí libre.
Dejó plantada a su flaca
‘¡¡Chato, somos los que somos, Dana te tenía secuestrado, eso no es amor, vive la viva que es una sola, compadre’. me decía. Hasta el último momento, en la misma estación del bus a Tarma, Dana me esperaba con mi pasaje comprado. Fue la última en subir al ómnibus. Nunca aparecí, pues estaba en otro bus rumbo al sur, con una bullanguera mancha de la ‘Harvartín’ y con Marilú ebria de cachina que me llenaba de besos. Ese campamento parecía Sodoma y Gomorra. Marilú cantaba ‘Como una loba’, de Laura Mau, que estaba muy de moda, mientras me llevaba a una cueva solitaria. El campamento se acabó cuando se secaron todas las damajuanas.
Cuando regresamos a Lima, no le daba cara a Danita. Pancholón seguía armando juergas y terminé saliendo con Marilú. Danita se alejó de mí. No supe valorar a una gran chica, con valores, y el amor también se acaba, duele al principio, pero al final la vida tiene que continuar. Cuando Danita apareció acompañada de otro chico, al principio me alegré. ‘Ella tiene derecho a ser feliz con otro’.
Pero mi relación con la de la San Martín se convertía en un infierno. Amaba la juerga. Era todo lo contrario a ella: coqueta, regalona y sangrona. Y la gota que derramó el vaso. ‘Chato -me dijo Pancholón- creo que Marilú te engaña con un patita de Derecho que tiene un carrito rojo. La ampayé in fraganti. Nunca más volví a verla, regresé a buscar a Dana y ya estaba con otro. Siempre culpé a ese campamento de ‘Semana Diabla’ el haberla perdido”. Pucha, ese Chatito tiene sus historias, pero perdió a una gran mujer por su mala cabeza y por seguir a ese sinvergüenza y cochino de Pancholón. Me voy, cuídense.