El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular estofado de ternera con papita amarilla, arroz bien graneadito, harto rocotito molido y, para tomar, su limonada frozen. “María, me timbró mi hermano Pancholón, amo y señor de la noche, hoteles baratos, cochinadita y el dame que te doy... ‘Chato -me gritó- deja todo, paso a recogerte para irnos a ‘La Barra Puchunguera’ de San Miguel, a comernos unos ricos cebichitos’.

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Recién acababa de llegar de su minigira por Chile, Uruguay y Argentina con sus amigos de la famosa Asociación de Abogados del Callao, donde participaron en varios campeonatos internacionales de fútbol, por primera vez en la historia de la jurisprudencia peruana.

Pancholón enamorado

Cuando estábamos en la sobremesa, se acercó y el gordito comenzó con sus confesiones. ‘Te cuento que me volví a enamorar en Uruguay. Siempre he dicho que las uruguayas son más hermosas que las argentinas. Estuve en los dos países, pero mi ‘bobo’ se quedó en la tierra de Luisito Súarez. En Montevideo nos recibió el abogado y empresario uruguayo Marcelo Sica y nos llevó a su restaurante ‘Inka Chicken’. Al entrar vi a una esbelta y linda morenita. No parecía uruguaya. Quise llamar su atención y prendí mi parlante para que escuche mis relatos memorables de los partidos de la selección, cuando clasificamos al Mundial de Rusia, y ella me preguntó ¿quién es el narrador de esa hermosa voz? Le contesté que yo era el relator y ella se quedó impresionada. Trabajaba como anfitriona en el restaurante. Cada vez que estaba desocupada, venía a hacerme conversación y me sonreía. Mis amigos los abogados vieron mis estrategias de seducción y dijeron: ‘Pancholón no cambia, hay que dejarlo solo con ella’.

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Mi pata Marcelo me vio tan encaramelado que nos llevó al Hotel Vivaldi. Bianca, así se llamaba la morenita, me pidió que improvisara y le relaté un gol del gran Enzo Francescoli a la Argentina de Maradona: ‘Con el balón Rubén Sosa, la cede a Francescoli, le hace una ‘huachita’ al Checho Batista, ¡ay mamita!, le rompe la cintura al cabezón Ruggeri, me huele a gol, me huele a gol, sale el portero Isla y se la sombrea, el príncipe, gol, gol, gol, del príncipe, el rey, ¡ayayay, mi mamacita, ayayay!’.

La uruguaya no se resistió. Era como un canto de sirena mi relato. Me arrastró a la cama y pasamos una noche de pasión y no dormí nada, pero aún así me fui a jugar el partido de fútbol. Luego alquilé una van y nos fuimos a Punta del Este, el balneario de los millonarios. Nos bañamos en playa Mansa y le dije: ‘Nunca he estado con una mujer tan linda como tú’. En eso, ‘Puchungo’ le pidió a Andrés Grados, quien fue vocalista de Zaperoko, que cante el tema de ‘Pancholón el incomprendido’: ‘Yo, yo, yo solo estaré y juraré que cuando muera, aún así con mis presagios, tendré tu nombre a flor de labios. Y moriré incomprendido, es Pancholón el incomprendido’.

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El último día -continuó Pancho- la pasamos almorzando en el ‘Mercado del puerto’, degustando los mejores cortes de carne y tomando vino. Y en la noche me despidió en ‘Tres Cruces’, que es el terminal de buses que te llevan al puerto de Colonia, donde abordas el ‘Ferry’ que cruza el Río de la Plata y te deja en Buenos Aires’.

El emperador se puso nostálgico, soltó unas lagrimitas y le confesó a ‘Puchungo’: ‘Le llevo muchos años a Bianca, esta relación no puede funcionar. Debo olvidarla, pero no puedo. Por eso soy ‘Pancholón el incomprendido’”. Pucha, ese señor Pancholón ahora se va al extranjero a buscar jovencitas que pueden ser sus hijas. Es un cochino y sinvergüenza. De viejo nadie lo va a cuidar. Me voy, cuídense.

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