La Seño María

Pancholón: El Chato Matta, su compinche de aventuras, recibió una solicitud de amistad en Facebook

El Chato Matta, el compinche de aventuras de Pancholón, recuerda a una chica de su juventud.

El Chato Matta llegó al restaurante por su ceviche de cojinova y su pescadito a la chorrillana con su jarra de agua de carambola heladita. “, estoy sorprendido porque llegó a mi Facebook una comunicación que me dejó asombrado. Era una solicitud de amistad de un nombre que me hizo evocar recuerdos de los años maravillosos. Brigitte me pedía confirmar una solicitud de amistad. Jamás podría olvidar ese nombre. Nunca en mi vida, en mi rico San Juan de Lurigancho alguna chica se llamaba Brigitte. Pero en el instituto, en aquellos años del segundo gobierno de Fernando Belaunde sí había una chica que se llamaba así. Tenía cabello negro, lacio, un rostro hermoso, pero nunca reía. La veíamos caminar sola por los pasillos. Mientras las chicas armaban manchas y andaban con sus canastas de Hello Kitty, ella andaba en jeans raídos y camisas verdes y una mochila. Los hombres hablaban a sus espaldas: ‘Es una loca’. Solo un pata culto, Juancito, cuyo padre vendía libros, la defendió: ‘Esa chica lee buena literatura, libros, la vi leyendo poesía de Martín Adán. Lo que pasa es que aquí solo les gusta la joda’ y miró a ‘Chucky’ Suárez. El ayacuchano se picó y cuando pasaba Brigitte le gritó ¡¡Gata loca!!, como el dibujo animado donde la gata está enamorada de un ratón, Ignacio, y este la ataca a ladrillazos y a cada golpe la gata decía ‘¿No es él un encanto?’. Me indigné porque la muchacha lo escuchó. Me le fui encima a ‘Chucky’. Lo alcé y en el suelo de dos combos le di con todo por faltoso. Cuando me levanté a ver a Brigitte, había desaparecido. Pero al día siguiente, estaba a las seis de la tarde en mi paradero. Se me acercó. ‘Chato, gracias por defenderme, ¿te puedo invitar unas chelas?’.

Ella se mató de risa. A partir de allí nos veíamos a escondidas. Nos íbamos del centro al Callao. Me llevaba a comer pescadito frito. Nos bañábamos en el agua helada de Cantolao y hasta una noche hicimos el amor sobre las piedritas redondas. Éramos inseparables, pero a escondidas. Allí me enteré de que era una chica sufrida. ‘Mi mamá era una belleza, pero se metió con mi padre, quien fue asaltante de bancos y murió en su ley, robando un banco’. Nos dejó a todos chiquitos. Mi mamá juró nunca más meterse con un ‘faite’. Como era bonita, un suboficial de la Marina le propuso matrimonio con sus tres hijas a cuestas. Pero es un amargado, solo piensa en su hijito bebito y nos jode. Yo me dedico a leer. Toma, Chato, te regalo este poema, es de Blanca Varela, mi favorita: ¿Sientes el divino salivazo sobre la bestia? Sientes el hedor de la rosa sientes mi corazón sobre el tuyo?/más tarde será tarde cuando la soledad invente lo mejor/nuevamente tus labios tus ojos las ruinas de tus caricias/el mar de mi pecho/la soledad ‘estrella de mis noches’ nadie sabe de mis cosas’. Hasta que nos descubrieron. ¡¡El chato está con la loca!! Yo, idiota, la negué tres veces como Pedro. Ella nunca me lo perdonó y se alejó para siempre. Ahora la vuelvo a ver por Face. ‘Chato, hace años que te busco. Llego a Lima el miércoles y te quiero ver, ir de noche a Cantolao’. María, no sé qué hacer”.

Pucha, ese Chatito también tiene sus historias. Me voy, cuídense.

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