Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pollito a la chiclayana con su arrocito graneado, papita sancochada y culantro picadito. Para calmar la sed pidió una jarrita con chicha morada. “María, en estos tiempos donde prima más la cosa material y las propiedades, mucha gente se vuelve loca por tener el carro del año, el departamento lujoso, joyas y una abultada cuenta bancaria. Si no lo consiguen se sienten derrotados, pobres o fracasados. Y, acorde con los momentos, lo quieren todo rápido y fácil. Por eso muchos cruzan la línea, se meten en problemas con la justicia y empiezan a delinquir para conseguir lo que para ellos es progreso. Esta idea la difunden desde los cantantes de reguetón hasta las películas de Hollywood, aparte de algunos llamados ‘influencers’, que publican videos y fotos de sus posesiones o viajes hacia lugares paradisíacos del planeta.
Los jóvenes tratan de identificarse con ellos y buscan el atajo hacia la prosperidad, cometiendo ilícitos. Lo mejor es trabajar honradamente, esforzarse y sacrificar horas de ocio en pos de alcanzar nuestros sueños, como hacer realidad un emprendimiento o una carrera universitaria. No hay nada como vivir la vida sin problemas, sin sentir que alguien nos persigue o que estamos haciendo algo malo. Deben darse cuenta de que cuando ingresamos al mundo del hampa podemos ser blanco de delincuentes rivales, quienes no dudan en contratar un sicario para matarnos. Eso pasa siempre. Miren nomás cómo se matan en la zona de Risso, entre mineros informales o los extorsionadores en La Libertad. El carro último modelo, los relojes Rolex o la mansión en La Molina no son la felicidad en sí. La verdadera felicidad es alcanzar algo con nuestro esfuerzo y sacrificio para disfrutar con la familia, con los que más queremos. En febrero del año pasado, sicarios asesinaron al hampón de alias ‘La Tota’, a su esposa, sus dos hijas y sus papás en San Miguel, cuando iban a la playa. Ya se había salvado de otro atentado. Él cruzó la línea y lo perdió todo. Que no nos pase esto”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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