El Chato Matta cuenta la última de Pancholón.
El Chato Matta cuenta la última de Pancholón.

Mi amigo, el Chato Matta, llegó al restaurante por un cordero al palo bañadito en cerveza, ensalada fresca y ajicito molido. También pidió una jarra con agua de cebada calientita. “María, me encontré con mi hermano, el gran , amo y señor del ‘dame que te doy’ y la ‘cochinadita’.

‘Chatito -me dijo- tú sí eres legal, no como esos oportunistas que se me pegan solo para figurar en el diario más leído del Perú y después sacan la fulera. Son hipócritas y ‘mala leche’. Ahora veo que muchos ‘loquitos’ se meten en problemas por afanar a mujeres prohibidas.

La calle hay que saberla caminar. Nunca te puedes regalar. Los años, las canas y la sabiduría se respetan. Te metes con cualquier mujer y puede aparecer el ‘duro’ que es ‘nacho’ o ‘apretón’ y no la cuentas.

Tengo un amigo, el ‘Cholo’, que siempre se alucinó ganador. Se va de avance con su camionetón buscando en las esquinas a alguna mujer escultural para hacerle propuestas indecentes.

Ahora está corrido y revienta mi celular para pedirme consejos, porque encima su morenita, a la que le puso depa y paga el colegio de su hijo, le está poniendo los ‘cuernos’ con un chibolo influencer de las redes. Ya estoy harto de ‘escuelearlo’, pero no entiende.

Chato, estoy bajoneado, las noches me han consumido. Me duele la próstata y tengo pesadillas. La vez pasada me dieron unos ahogos en la madrugada, pensé que era un infarto al corazón y me levante sudando. En esos terribles momentos me puse a reflexionar sobre mi vida. Me pregunté: ¿Cuándo ese chiquillo de ojos claros y volante creativo en la canchita de San Martín de Porres se convirtió en ese tramposo ‘partidor’?

Nunca olvido que mi amor juvenil, la chica más deseada del barrio, me adornó con el ‘Rey de las caravanas’ que llegaba en un Volskwagen y me apuntó en la cabeza con su pistola. No sé, pero después de esa vez decidí que no iba a sufrir por ninguna mujer. Tenía un amor en cada barrio como pirata en cada puerto.

Para casarme elegí a una chica sana, a la que todavía saqué de un convento, pero nunca pude hacer vida de casado. Ni sus rosarios ni sus misas pudieron transformarme. Tengo el diablo adentro. Cuando muera sé que me iré al infierno. Todos me ven ganador, acabo de llegar de

Estados Unidos, tengo mis monedas, pero mi corazón también sufre. Me encierro en La Posada con la grandota y la ‘tóxica’ me corretea para que me case con ella. Me está ‘comiendo el coco’, pero si ya me divorcié para qué volverme a casar.

Por eso me tomo mis rones y canto ese gran tema de Tito Gómez, ‘Déjala’: Este amor que me tiene loco/ Me está atormentando y no sé qué hacer/ Dime tú, tú mi gran amigo/ Alzando esta copa lo que debo hacer/ Tú sabes bien cuánto la quise y sabes bien que la adoreeee/ Y ahora resulta que solo fui un juguete/ No me resigno, pues yo no sé perder/ Si ella ya no te quiere/ Olvida y vuelve, vuelve a empezar… Trato de olvidarla y la quiero más…'”. Pucha, ese señor Pancholón es un tremendo cochino y sinvergüenza. De viejo se va a quedar solo por mujeriego. Me voy, cuídense.

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