Mi amigo, el Chato Matta, llegó al restaurante por su coctel de langostinos y una corvina a lo macho con arroz blanco, y su jarrita con agua de maracuyá. “María, me encontré con mi hermano, mi causa, el gran Pancholón, amo y señor del ‘dame que te doy’ y la ‘cochinadita’.
‘Chato -me dijo- tú eres legal, no como el ‘Cholo’ Adán, que solo me busca para pedirme algo o que lo salve cuando se mete en problemas. Ese ‘man’ se alucina muy vivo, pero la calle hay que saberla caminar. Nunca te puedes regalar. Los años, las canas y la sabiduría se respetan. Te metes con cualquier mujer y puede aparecer el ‘duro’ que es ‘nacho’ o ‘apretón’ y no la cuentas.
El ‘Cholo’ se va de avance con su camionetón buscando en las esquinas a alguna mujer escultural para hacerle propuestas indecentes. Ahora revienta mi fono para pedirme consejos, porque su morenita, a la que le puso depa y paga el colegio de su hijo, le está poniendo los ‘cuernos’ con un chibolo que está postulando al Ejército’. Ya estoy harto de darle consejos, pero no entiende.
Chato, estoy bajoneado, las noches me han consumido. Tengo pesadillas. La vez pasada me dieron unos ahogos, pensé que era coronavirus y me levante sudando. En esos terribles momentos me puse a reflexionar sobre mi vida. Me pregunté: ¿Cuándo ese chiquillo de ojos claros y volante creativo en la canchita de San Martín de Porres se convirtió en ese tramposo ‘partidor’? ¿Será cuando ampayé a mi viejito saliendo del cuarto de la empleada? ¿O cuando mi amor juvenil, la morocha más deseada del barrio, me adorno con el ‘Rey de las caravanas’ que llegaba en un Volskwagen y me apuntó en la cabeza con su pistola?
No sé, pero después de esa vez decidí que no iba a sufrir por ninguna mujer. Tenía un amor en cada barrio como pirata en cada puerto. Para casarme elegí a una chica sana, a la que todavía la saqué de un convento, pero nunca pude hacer vida de casado. Ni sus rosarios ni sus misas pudieron transformarme. Cuando muera me iré al infierno.
Todos me ven ganador, aunque mi corazón también sufre. Hace años vivo enamorado de Samantita, pero no he podido hacerla mía. Por eso me tomo mis rones y canto ese gran tema de Tito Gómez, ‘Déjala’: Este amor que me tiene loco/ Me está atormentando y no sé qué hacer/ Dime tú, tú mi gran amigo/ alzando esta copa lo que debo hacer/ Tú sabes bien cuánto la quise y sabes bien que la adoreeee/ y ahora resulta que solo fui un juguete/ no me resigno, pues yo no sé perder/… Si ella ya no te quiere/ olvida y vuelve, vuelve a empezar… Trato de olvidarla y la quiero más…”. Pucha, ese señor Pancholón es un cochino y sinvergüenza. De viejo se va a quedar solo. Me voy, cuídense.