Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tacu tacu de pallares con un lomo saltado jugosito encima y, para tomar, una chicha morada fresquecita. “María, es espectacular todo el revuelo que ha causado Paolo Guerrero con su llegada a Trujillo. Después de haber firmado un millonario contrato con el club César Vallejo, se negó a ir a la ‘Ciudad de la eterna primavera’ porque su mamá, doña Peta, recibió terribles amenazas de muerte de parte de extorsionadores.
Finalmente, tras un duro tira y afloja con la familia Acuña, aceptó respetar su firma y ya está entrenando en el norte. Pero a raíz de toda esta situación es imposible no reflexionar sobre el hecho de que es precisamente César Acuña, el dueño de la Universidad César Vallejo y del club, quien ha sido y es autoridad durante varios años en La Libertad, y durante todo ese tiempo ha demostrado total incapacidad en la lucha contra la delincuencia que, en sus narices, ha crecido sin parar hasta convertirse en un monstruo de siete cabezas que derrama sangre sin parar.
En la región liberteña las bandas de extorsionadores prácticamente asesinan en promedio a una persona por día, pero el tema parece que nunca le importó al popular ‘Plata como cancha’. Las sanguinarias mafias de la minería ilegal desatan cada cierto tiempo verdaderos baños de sangre, como el ocurrido en diciembre del año pasado en Pataz, donde criminales sin alma asesinaron a nueve trabajadores de la empresa minera formal Poderosa, a quienes hicieron volar con dinamita.
En La Libertad, las empresas que pagan impuestos, que cumplen con los derechos laborales, están a merced de los criminales que solo quieren explotar el oro sin dejar un sol al Perú, violan todos los derechos laborales y destruyen el ecosistema. César Acuña no participa en las reuniones de seguridad ciudadana y ahora que estalló el escándalo por Paolo recién sale ante la prensa a decir que ‘exigirá’ que le informen de los avances en materia de lucha contra la inseguridad.
Pero eso no es todo, pues Trujillo está lleno de pistas rotas, que afean a una ciudad históricamente hermosa. Este es un claro ejemplo de que los ciudadanos tenemos una gran responsabilidad al elegir a nuestras autoridades, pues les damos el poder para que nos gobiernen. Si son personas capaces, decididas, honradas y preocupadas por los ciudadanos, entonces es muy probable que realicen un buen gobierno.
De lo contrario todo irá mal. Lo peor es que la gente se equivoca una vez y, pese a los pésimos resultados, siguen dándole su voto a quienes no lo merecen y solo buscan convertirse en autoridades por razones que no tienen nada que ver con servir a los demás. Están quienes lo hace para robar, otros para aprovecharse del poder político y otro tanto para ‘figurar’, porque les gustan los títulos. Con personajes así no vamos a ningún lado”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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