Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un seco de pollo con frejoles, salsa criolla y ajicito molido. Para tomar pidió una jarrita de maracuyá heladita. “María, la gente anda aún sorprendida por el caso de Cuevita, Christian Domínguez y sus respectivas parejas. Cada día es un huaico de revelaciones y datos escabrosos, que dejan mal parados a sus protagonistas.
La infidelidad, el engaño y la trampa grafican lo que estos personajes representan. Por eso, los papás deben aconsejar bien a los hijos que antes de iniciar una relación deben pensarlo bien, mirar profundamente a la pareja, no apurarse en irse a vivir con él o ella y hasta investigarlo. No les vaya a tocar un infiel, un psicópata o un pegalón.
Antes, las parejas se conocían en una fiesta e iniciaban una amistad. Si había clic, se hacían enamorados y luego novios. Esta última etapa duraba algunos añitos hasta que finalmente se casaban con la anuencia de los padres.
En estos tiempos modernos todo es más rápido. Los jóvenes se conocen y al poco tiempo ya tienen hijos o se van a vivir juntos. Recién se empiezan a conocer en la convivencia. Por eso es que hay tantas separaciones y divorcios. Lo otro es que muchas chicas, y chicos también, no se casan por amor, sino por dinero o deseo.
Porque cuando hay amor verdadero, la pareja es la columna en la cual se descansa cuando llegan las vacas flacas, los problemas financieros o las enfermedades. Como con los amigos, es en las épocas difíciles que se conoce a la buena mujer o al buen hombre. Porque cuando el barco zozobra, las ratas son las primeras que saltan.
En tiempos de redes sociales e Internet, es fácil saber si tu pareja te engaña, te dice que se está divorciando o tiene antecedentes. Entonces, si puedes filtrar su vida y no lo haces, después no digas ‘fui una víctima’, ‘me engañaron’ o ‘confié en él’. Eso de hacerse la ‘caperucita roja e inocente del bosque’ ya no corre.
Qué buenos consejos. Me voy, cuídense.
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