El Chato Matta cuenta la turbulenta historia de amor que tuvo con una chalaca enferma de celos.
El Chato Matta cuenta la turbulenta historia de amor que tuvo con una chalaca enferma de celos.

El Chato Matta llegó al restaurante por una chita frita con arroz blanco, ensalada de cebolla, yuquitas y su ajicito molido. Para calmar la sed pidió una jarra de limonada frozen. “María, discúlpame, el viernes me tiré al río. Me reencontré con una chalaca que me movió el piso un buen tiempo y nos amamos en la oscuridad de una habitación de La Posada. Allí prometimos entre ron y cigarros que nunca íbamos a hablar de lo que pasaba en esas cuatro paredes. ‘Soy una tumba y muero en mi ley’, María.

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No lo podía creer. Pero si a esta mujer, Angie, la quise tanto al punto de comprometerme en matrimonio. Ella era ingeniera y recién había llegado de España, donde había hecho un posgrado. En el instituto éramos amigos, muy amigos, me gustaba su carita, pero nos abandonó porque ingresó a la universidad. Un día, después de años de no verla, me llamó por fono y me dijo que regresaba a Lima. La vi figurita. Me confesó: ‘Chato, estuve de novia con un fisicoculturista español de un metro noventa y puro músculo, pero en la cama era como los chizitos, esos chipi. Tú serás chiquito, pero tienes tus cositas, ja, ja, ja’.

No te miento, María, me pagaba el hotel, los pollos a la brasa y hasta la ropa, polos Gucci, ya que llegaba con mucho dinero. Me sentía mal, pero ella me recordaba: ‘Cuando estábamos en el instituto, recuerdo que ustedes ponían todo el trago’. Pero, a medida que se acercaba su partida, Angie se ponía muy celosa e insoportable. Me hacía escándalos en la calle si yo de casualidad miraba a otra mujer. Me revisaba hasta los calzoncillos. Eran sus celos enfermizos. Me cacheteaba. Y lo peor, me presentó a una amiga, una tía gorda con una pinta de achorada y me dijo: ‘Matta, la Chela te va a acompañar y se va a encargar de darte cualquier cosa que necesites, yo le mandaré la plata a ella, pero eso sí, no te pierdas con nadie, ella fue mujer policía y siempre te encontrará’. Qué horrible.

Cuando se fue, hice toda la finta del amante enamorado. La llené de besos en el aeropuerto, bajo la mirada siniestra de la tal Chela, que me miraba con ojos asesinos. Ni bien llegué a mi casa, le dije a mi viejita: ‘¡Nunca me casaría con Angie! Prefiero ser misio y estar solo qué infeliz con plata y con una enferma de los celos’. Por teléfono terminé con ella. Me lloró, me imploró, pero nunca cambié mi decisión. Han pasado varios años. Me pidió primero una ‘confirmación de amistad’. Ahora anuncia que llegará al Perú y me quiere invitar a un viaje de placer a Máncora. Yo estoy solo. No sé qué hacer, María. Pancholón está de vacaciones y no sé a quién pedirle consejos”. Pucha, ese chatito debería buscarse una buena mujer porque ya está viejo y se va a quedar solo como el cochino y sinvergüenza de Pancholón. Me voy, cuídense.

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